Por Misraim Olea Echeverría
Hace 24 años, Giovanni Sartori publicó su libro Homo Videns, en el que alertaba sobre el problema del “video-vivir”, es decir de influencia de la televisión en la cotidianidad, que invariablemente impactaría en la vida política.
Sartori señalaba que las personas que pasaban demasiado tiempo frente al televisor y que terminaban informándose a través de él, terminarían por hacer a un lado su capacidad de análisis, ya que al recibir la información digerida no había necesidad de ir más allá de lo visualizado.
El politólogo italiano advertía que la televisión difícilmente sería reemplazada, en parte es cierto, amplios sectores de la población aún pasan varias horas al día frente al televisor, pero también es cierto que el bajo costo de los servicios y los dispositivos móviles accesibles a casi todas las personas, sumado al surgimiento de las redes sociales digitales ha afectado en la popularidad de la televisión y ha aumentado significativamente las y los usuarios de internet.
Lo barato y redituable del uso de las redes sociales ha generado que políticos y políticas hagan uso de ellas para promocionar su imagen, informar y mantenerse en comunicación con sus seguidores. Esto ha hecho que una parte de la política migre a internet, sobre todo a las redes sociales.
Mariana Rodríguez Cantú y su esposo el gobernador de Nuevo León, Samuel García Sepúlveda son el ejemplo más actual y popular del impacto de las redes sociales en la comunicación política, la imagen que proyectan es la que aspiran alcanzar aquellos qué haciendo a un lado la ideología, han visto en la política la oportunidad de vivir mejor.
Recientemente, Mariana Rodríguez, influencer consolidada en redes sociales, se hizo viral al cortarse el cabello, solidarizándose con un menor de edad que padece cáncer. Esta acción resultó impactante para quienes la siguen, incluso algunas se cortaron el pelo inspiradas por la regiomontana.
Desafortunadamente las publicaciones hechas por Rodríguez no curan el cáncer, como si lo hacen las políticas públicas, el hecho de que algunas mujeres decidieran cortarse el pelo en lugar de hacer conciencia sobre el impacto de la enfermedad en los pacientes y sus familias es una muestra de la trivialización de lo político.
Es importante señalar que Mariana y Samuel no está haciendo nueva política, están haciendo nueva comunicación de la política, cosas que son distintas, la política se sigue haciendo de la misma manera, con partes que no se ven y no se muestran.
Sin duda Mariana Rodríguez tiene un impacto en la actualidad y este es más importante en quienes se formaron en el ver y no en la decodificación de los mensajes, como decía Sartori. Esto se adapta claramente al ejemplo que el autor hace “la radio sustituye al periódico porque llega a los que no pueden leer, la televisión muestra las cosas a los que no pueden entender y el internet va aún más allá”.
Son muchas las voces que han señalado que Rodríguez Cantú no hace nada extraordinario o diferente a lo que hace cualquier persona que coordina los trabajos de un DIF; ella sigue una agenda y la comunica, eso sí, de manera diferente, porque un boletín informativo con 400 palabras es menos interesante que la imagen de alguien sonriendo a la cámara.
La administración pública, elemento estrechamente cercano a la política requiere principalmente del “saber cómo” y no sólo del “verse cómo”; es decir para realizar acciones que ayuden a la ciudadanía a mejorar sus condiciones de vida, se requiere ir más allá de la imagen de una persona inspiradora.
Sin duda no le podemos decir a Samuel y a Mariana que dejen de hacer aquello que les ha funcionado para lograr sus objetivos, pero lo que sí podemos hacer es generar condiciones para que la ciudadanía tenga más cultura política, que a la larga obligará a los políticos a ofrecer resultados y no espectáculos.
En medida en que la gente distinga una acción mediática de una política pública, se profesionalizará a los políticos y los resultados nos beneficiarán a todas y todos.