Por Misraim Olea Echeverría
Por muchos años nos enseñaron que nacemos hombres o mujeres, así se ha dividido el mundo. Incluso antes de nacer, cuando las familias de mujeres embarazadas organizan el baby shower estamos determinando el género y el rol del bebé; de esta manera, si es niña se arregla el lugar del evento en color rosa, o azul si es niño.
Aunque la presencia de la homosexualidad está ampliamente documentada en la historia del mundo, incluso en el reino animal; esta orientación sexual ha sido recientemente “aceptada”. En este aspecto, la evolución en el respeto a los derechos humanos ha permitido que al menos sea castigado discriminar a una persona homosexual.
Las generaciones que han crecido con el internet y las redes sociales digitales han tenido la oportunidad de acceder a mayor cantidad de información que quienes crecieron antes de la era digital. Antes, si queríamos informarnos sobre algún tema en específico teníamos que recurrir a libros especializados; ahora existen foros, libros digitales, reseñas y resúmenes que han facilitado la vida de las y los jóvenes.
Las nuevas generaciones también tienen una nueva forma de ver y vivir la vida. Cambiaron las dinámicas, la cosmovisión y el léxico. Las redes sociales impulsaron la velocidad de estos cambios y además nos los mostraron en tiempo real.
La lengua, como ente vivo, también se encuentra en constante transformación y adaptación necesaria para comprender los nuevos descubrimientos y para entender aquello que antes no veíamos, porque si algo nos ha enseñado el feminismo es que lo que no se nombra no existe.
En los últimos días los conceptos binario y no binario han inundado internet y han generado debate en todos los niveles de la sociedad. En materia de género, lo binario se refiere a la existencia única de dos géneros, hombre y mujer (o lo que nos enseñaron desde la infancia , “eres hombre porque tienes pene o eres mujer porque tienes vagina). Lo no binario se refiere a aquellas personas con una identidad de género no normativa, o sea, fuera de lo establecido ya que no se identifica del todo como hombre y tampoco como mujer.
Un amplio sector de personas que se asumen de género no binario han decidido emprender campañas por la reivindicación de su personalidad, al no sentirse cómodas con los pronombres masculinos o femeninos, han solicitado que estos se adecuen para no asignar de manera implícita un género.
Hace algunos años era popular poner el “@“, después se popularizó el uso de la “x” para sustituir la “a” para lo femenino y la “o” para lo masculino. Actualmente la letra “e” ha tomado importancia y ha sido adaptado como una opción para referirse a alguien con identidad de género no normativa, incluso también para mencionar a ambos géneros en una sola idea.
Hace unos días una PERSONE en internet solicitó a sus compañeros de clase que se refirieran a ELLE como “compañere”, situación que generó burlas al respecto; nada nuevo, ya que de acuerdo con la encuesta sobre discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género en 2018, el 80.2% de las personas que sufrieron discriminación fueron aquellas que se asumen como personas con identidad de género no normativa. Es decir, se les discrimina por ser diferentes.
Quizá escribir con “@“, “x” o “e” dificulte en este momento la comunicación escrita, pero si alguien solicita que se refieran como elle, compañere, amigue no se pierde nada. El aparato reproductor masculino y femenino no se modifican con esos cambios.
Vivimos en un mundo en constante cambio, la velocidad en que nos adaptamos a las nuevas realidades, nos permitirá vivir en mejores condiciones como sociedad. Ya nos burlamos de una indígena mexicana que aparece en revistas de moda internacional; ya nos compadecimos del terror que sufren las mujeres en Afganistán; ya nos carcajeamos con chistes homofóbicos ¿podremos entender que existen otros, otras, otres, que piensan diferente y que son diferentes?