Por: Misael Habana de los Santos
Con un discurso que transita entre la disonancia política y la ausencia de un bagaje ideológico consistente que, como un faro, guíe hacia un puerto seguro, los viejos y nuevos emecistas sobreviven en una maltrecha barcaza pintada de color naranja que parece nueva, pero pequeña para las aspiraciones de sus viajeros. Pisaron tierra la tarde del sábado en Puerto Marqués.
Capitaneados por Julián López Galeana, que intenta a golpe de timón hacerse del control de la gabarra donde más temprano que tarde se avizora un motín que pedirá su cabeza.
Ahí, en un lote baldío de este puerto guardado por la Punta Diamante y lo más parecido a una tierra de piratas, desplumadero de turistas y visitantes, López Galeana soltó unos disparos de arcabuz que apenas si alcanzaron el blanco.
Y es que el pulso no era fino en un principio, hasta que tomó el control con pólvora prestada y que venía utilizando Mario Moreno y realizó efectivos disparos.
Y recordó lo que él llamó los malos gobiernos acapulqueños del pasado y que según él saquearon los recursos públicos, el dinero de la gente a su paso por diversas dependencias de la administración municipal.
Y con daga en boca, le puso nombre a los objetivos que impactaron las piedras arrojadas por su trabuco: Manuel Añorve Baños, que busca de nuevo la senaduría; Evodio Velázquez, que tampoco vende piñas; Adela Román, que no cantó mal las de José Alfredo, sobre todo aquella de “robar y robar, robar y robar…”; y Abelina Rodríguez, que busca la continuación de su gobierno apenas saliendo de la mayor crisis que ha tenido Acapulco: el huracán Otis.
¿Quién recuerda el mal gobierno de…? Preguntó el líder, hijo político de Ángel Aguirre Rivero, y que a su paso por el gobierno municipal actual como regidor exaltaba la labor y levantaba el brazo a la alcaldesa Abelina López Rodríguez.
Y ya encarrerado López, teniendo en la retaguardia a una veintena de compañeros armados solo con mosquetes, se lanzó contra el senador Félix Salgado Macedonio, a quien llamó “violentador de mujeres”, de haber “entregado Acapulco al crimen organizado” y que durante su paso por el Senado no gestionó recursos para el estado.
Al nombrar a cada uno de estos personajes de la comedia política local con visos de tragedia, el coordinador de MC en Guerrero pidió a la audiencia un “¡Fuera! ¡Fuera!”
Antes, el candidato a diputado por estas siglas por el distrito 7, Alfredo Campos, resaltó su oriundez y dijo que ya no se querían forasteros como se hacía en el pasado.
Pero lo decía también frente al actual diputado local Ricardo Astudillo, que llegó al Congreso por el PRI, por este distrito, y ahora es su compañero de ruta. Fuego amigo.
En el templete, donde se veían dos solitarias banderas del arcoíris entre centenas de color naranja con águila de alas abiertas, estaban Mario Moreno, Gaby Bernal, Sergio Montes, Yoshio Ávila y su madre, y otros candidatos a diputados y regidores.
Después de la participación de Mario Moreno, que se guardó la virulencia de su discurso que ha usado últimamente en la palestra en contra de sus adversarios políticos que, según él, lo combaten al unísono, Añorve y Salgado, correspondió el turno a quien se supone es la cara nueva que jala el navío cargado de rostros y currículos muy conocidos, transterrados, náufragos rescatados en medio de la tormenta política que viajaban en navíos con otras banderas.
Y sus seguidores levantan las mantas, las pancartas y elevan el tono de los gritos como si tuvieran frente a una maravillosa estrella del espectáculo.
¡Maraviyoshio! Distorsionan los decibeles del sonido y musicalizan el espacio repleto de una masa variopinta, entre comerciantes ambulantes, parvifundistas, colonos pobres y ex militantes del PRI y de Morena desplazados en sus partidos.
Yoshio Ávila, candidato de MC a la presidencia municipal de Acapulco, partido que el conocido periodista acapulqueño Jorge Laurel llama “el cárcamo del PRI”, con voz afónica, la piel más oscura, pausado inicia con su arenga que ya es bandera de su partido en Acapulco: ¡Sufragio Efectivo, No Reelección!
Habla de un cambio, de devolver la esperanza, del pueblo pobre, ideas tomadas del discurso ideológico y político del presidente AMLO que, en boca de Yoshio, suenan huecas, vacías, fuera de lugar, disonantes. Sus palabras emotivas muestran el desencanto hacia su participación política anterior, a su más reciente militancia, antes de llegar a MC. “Yo estoy seguro de que le han robado la esperanza al pueblo”, dice a una plaza con un poco menos de mil asistentes.
Desde el inicio del mitin y ya arriba del templete, al lado de su madre, se vio a un Yoshio con la cara en alto, se apretaba las manos con recurrencia, mientras hacía un panning, un barrido con la mirada, contabilizando a los asistentes.
Lo que él vio, porque tenía un lugar privilegiado para ello, mucho mejor que los que estaban abajo, es que los asistentes eran menos que los que reunió en el Parque de la Iguana. Es decir, que va de más a menos. Pero la barcaza va en este viaje Maraviyoshio por la isla de la fantasía.