Alfredo Cardozo Echeverría, era mi paisano. Hoy el día su partida, Día de muertos, anduve por el pueblo de la Costa Chica donde nació, Poza Verde (José María Morelos), Oaxaca.

Lo conocí en Acapulco y más que por lo que publicaba, tenía un pequeño periódico, lo comencé a tratar por su sentido del humor a flor de amplia sonrisa, sus dientes blancos en su rostro de negro cimarrón.

Tal vez más de 20 años de conocerlo. Sin embargo, en los últimos cinco me fui acercando a él por un gusto compartido, la comida de nuestra tierra que incluye en su amplio menú la ingesta de guisos con carne de animales ahora en proceso en extinción.

Este asunto provocaba sonantes discusiones entre nosotros, yo defendiendo el ambientalismo y el aferrado a la cocina vernácula de nuestra tierra. Para hacer énfasis le decía que era un depredador y que debería ir a la cárcel como muchos costeños que no obstante a la prohibición, por ejemplo, siguen comiendo venado.

El año pasado con todo y pandemia, y con los protocolos debidos me fui a la búsqueda de cangrejos allá por la playa de El Podrido.

Agarramos varias docenas y como siempre me di la oportunidad de saludar a un nutrido contingente de paisanos oaxaacapulqueños, la mayoría familiares y amigos de Alfredo, que también hice mis amigos.

Este año, no se si en abril o mayo, después de haber pasado varios días de la primera lluvia, le hablé por teléfono para reclamarle porque no me había avisado sí ya habían salido los crustáceos, los que comentario aparte, guisados en chirmole, en caldo, con arroz o con frijoles molidos en hojas de aguacate, son mejor que un bocado de purpurado romano.

— Mi vigilante allá en El Podrido dicen que no han salido, dijo.

No le creí y hablamos de otras cosas que me hicieron reír. Porque eso si, el negro Cardozo hacía reír a todos. Semanas después pasé por El Podrido y confirmé su versión, los cangrejos este año fueron escasos.

El día que hablamos por teléfono, entre otros chascarrillos le dije te mandó saludo el diputado mañoso…

—¡Chismoso!! Y soltó la sonora carcajada.

Hoy Alfredo descansa en paz. Dejó algunos pendientes con su familia, su pequeña hija… Lo que no pensaron los desgraciados que la madrugada del viernes entraron a su casa, lo golpearon adelante de su esposa e hijos, se lo llevaron, lo balearon. Más tarde, perdió la vida.

No nos queda más que exigir justicia ¡Encabronados exigimos justicia!