Por: Misael Habana de los Santos.
Durante su gobierno y desde muchos años atrás, desde que comenzó la gran marcha en busca del poder, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido objeto de la más atroz guerra sucia proveniente de los grupos conservadores en el país.
Guerra sucia orquestada con especialistas con todo el dinero del empresariado corrupto que fue beneficiario durante décadas del saqueo de la nación que realizó la clase política que gobernaba el país.
Malas noticias para los dueños de los cuartos de guerra, esta no ha funcionado, ni logrado los objetivos buscados. AMLO, en la cima de la aceptación, concluye su gobierno y su partido ganará las próximas elecciones y sí hay buen gobierno con Claudia Sheinbaum, hay tierra fértil para seguir sembrando bienestar en los próximos años.
El tema de la guerra sucia en las campañas electorales en Acapulco ha sido tema recurrente en los espacios informativos donde participo.
Tal vez con superficialidad y no con la profundidad que exige el asunto. Pero sí se ha mostrado la preocupación que hay hacia la utilización de un recurso ilegal con la intención de desprestigiar al oponente y sacar ventajas haciendo trampas.
La trampa, el engaño, la tranza, el truquito, la maroma, la mentira, “el haya sido como haya sido” en los procesos electorales, son consecuencia de las batallas culturales ganadas por la delincuencia en la sociedad que también se manifiestan en los grupos políticos que buscan el poder y el dinero público al costo que sea. Lo mismo que hace la delincuencia organizada en su terreno pero trasladado al campo político o viceversa. Tengo dudas sobre la autoría del copy right del manual de la guerra sucia.
Cuando se habla de guerra sucia se puede confundir con aquel episodio histórico latinoamericano de los años setenta cuando las fuerzas armadas de varios países formadas en la Escuela de Las Américas en Panamá aplicaron la didáctica del exterminio de la oposición comunista a sangre y fuego a lo largo y ancho del continente, tortura y picana, vuelos de la muerte y desapariciones, golpes militares y dictaduras “salvadoras de la patria”. El Ejército Mexicano de esa época también “se cubrió de gloria” haciendo lo suyo: miles de desaparecidos en la guerra sucia mexicana.
No hablo de ese vergonzoso capítulo de nuestros cien años de soledad, me refiero a las guerras de lodo que han hecho y hace la clase política en busca del poder siguiendo las enseñanzas dejadas por la escuela del PRI ahora modernizadas a través de las redes sociales y de la inteligencia artificial. La guerra sucia con fines electorales, por lo general, no se hace de triunfos pero sí mancha a quienes no tienen solidez moral. Y mancha y desprestigia a quien la hace.
En Guerrero, no solo en Acapulco, se está haciendo guerra sucia: los priistas contra los priistas que se fueron a MC y viceversa; MC contra Morena Acapulco, el ex perredista Bulmaro García responsabiliza a Abelina López Rodríguez y a su equipo. Estos culpan a Yoshio Avila y su sonera.
La guerra sucia electoral acapulqueña ya consiguió lo que buscaba hacer de esta jornada una guangara, un galimatías a la altura del songo le dio a Borondongo, porque Burundanga golpeó a Bernabé y a Muchilanga. Mientras el INE solo provoca la risa como jurado en manido concurso de baile televisivo.
Este show armado por la oposición con actores desprestigiados no tendrá buenos resultados para sus productores.
La lógica responsabiliza a la oposición porque la guerra sucia es un recurso utilizado cuando los medios legales están agotados y cuando la desesperación e impotencia han sitiado a los soldados y ya alcanzan el fuego a los generales.
Y no va a funcionar esta estrategia porque los acapulqueños y guerrerenses ya decidieron a quién darle el voto en el proceso electoral del próximo junio. Al parecer esta decisión fue tomada después del huracán Otis.