Acapulko Tropikal / Misael Habana de los Santos.
Por actividades intrínsecas a mi profesión conocí en Acapulco a Genaro Garcia Luna. Hacía cosa de dos año en que había iniciado el gobierno de Vicente Fox.
Garcia Luna ya comenzaba a construir su fama de “presunto delincuente” en ese sexenio de zopilotes como responsable de la Agencia Federal de Investigaciones(AFI) desde , donde hoy sabemos, comenzó a construir su fortuna inmensa protegida por el búnker del control de la Policía Federal, según afirman testigos protegidos allá en New York donde se le sigue juicio por delincuencia organizada a quien también después sería el Secretario de Seguridad Pública del país durante el gobierno del presidente Felipe Calderón.
De aquellos años en que le conocí aún tenía la imagen de policía académico, eficiente, una especie de Robocop región 4 que con el auxilio de la ciencia y la tecnología cuidaba a la sociedad y resguardaba de los badboys al Estado de chueco que imperaba.
Insisto todavía era un goodfella al que lucían en sus espacios informativos los medios de comunicación oficiales de los sexenios prianistas como el policía que la nueva modernidad nacional requería. Y es esa imagen la que vino a reforzar a Acapulco, el principal lugar de trasiego de drogas para el mercado estadounidense: el buen policía que lucha por la justicia.
Guerrero era gobernado por Zeferino Torreblanca Galindo, amigo de Vicente Fox que había llegado al poder por el PRD, partido que en ese tiempo se definía como de izquierda hasta que el desgaste, la corrupción en la gobernanza, lo colocó en el bote donde va la basura de la historia. Félix Salgado Macedonio era diputado federal por el mismo partido que ZTG.
La presencia de Genaro Garcia Luna convocó a Zeferino, Felix, los que por su representación fueron anfitriones de la Glosa del Segundo informe del Presidente Vicente Fox.
Después de leer lo correspondiente al rubro de seguridad , después del discurso de bienvenida de Zeferino, se abrió la sesión de preguntas y respuestas en uno de los más grandes salones del hotel Pierre Marqués.
Varias preguntas y respuestas con la intención de exaltar la labor de la Policía Federal y la AFI en su lucha contra la delincuencia.
Me dieron la palabra y cuestioné la disonancia entre el discurso del funcionario y la realidad de la cuestionada PFP: la policía y sus acciones era exactamente la misma, la de siempre, solo había cambiado de nombre y el color.
Le pregunté cuál era el salario de los policías que él , Garcia Luna, exaltaba como modelo de honestidad en su informe. Me dijo la cantidad que no recuerdo ahora,
Le increpé asegurándole que los efectivos de la Policía Federal llevaban un tren de vida que no correspondía a sus ingresos legales:usaban vehículos de alta gama y nuevos, ellos, sus esposas. Que era evidente que había algo irregular en el comportamiento de los efectivos de su policía.
Con las palabras frenadas y una dicción que obligaba al oyente reconstruir, a adivinar lo que Garcia Luna decía, respondió con un discurso persuasivo en el que defendía a sus pupilos de cualquier ataque inmoral que los pretendiera enlodarlos con un pétalo de una rosa.
Las preguntas no le gustaron mucho como tampoco sus respuestas a mi.
Al concluir la conferencia (glosa) traté de mantenerme lejos de la comitiva. Algunos periodistas todavía buscaban alguna declaración banquetera cuando los guaruras ya abrían las puertas del cielo y del poder a García Luna quien subía al trono de una camioneta blanca de blindaje impecable.
Voy caminando lento hacia allá cuando me alcanza Félix Salgado Macedonio y me levanta la mano.
“García Luna! ¡Garcia Luna! ¡Se llama Misael Habana!” Al gritar el diputado federal también me señalaba.
Quise ocultarme pero sentí la mirada gélida de Genaro García Luna.
Nunca entendí bien a bien cual fue la intención de Félix. Claro, a él le pareció divertido, a mí muy poco.