Por Misraim Olea Echeverría
En julio de 2019 el Presidente Andres Manuel López Obrador tomó la decisión de trasladar su domicilio a un departamentito de 300 metros cuadrados en Palacio Nacional.
La Residencia Oficial de Los Pinos fungió como centro del gobierno del país desde 1934, año en que el Presidente Lázaro Cárdenas decidió trasladar ahí el domicilio del Presidente y sus oficinas, en 2019 AMLO llevó el gobierno fáctico y su domicilio al Zócalo de la capital del país, propuesta que hizo desde la campaña de 2006.
El zócalo capitalino ha sido testigo mudo de importantes hechos históricos del país, también es la sede preferida del actual Presidente de la República para mostrar el músculo de su movimiento.
López Obrado tomó protesta como presidente “legítimo” en 2006 y en 2018 dio el mensaje posterior a su toma de protesta como Presidente Constitucional. El Zócalo de la Ciudad de México, para quien se apropió de él, es el símbolo de la lucha por la democracia.
A principios del mes de abril el zócalo fue cerrado por la pandemia, para evitar la circulación de personas y el aumento de contagios, este cierre no ha sido suficiente para detener la llegada de integrantes de FRENAAA, quienes han acampado al pie del asta; los familiares de desaparecido de Ayotzinapa también han llegado hasta las puertas de Palacio, brincando el cerco. Las feministas han quedado a la mitad del camino, las estrategias implementadas por la policía de la Ciudad de México han limitado el actuar de las mujeres.
En la conferencia matutina del 29 de septiembre el Presidente hizo referencia a su movimiento y señaló que nadie como él ha llenado el Zócalo. A partir de la narrativa del gobierno federal actual nadie tiene la legitimidad para apropiarse de ese primer cuadro significativo en el que la nación posa la mirada. El reto en la mañanera está hecho, que AMLO viva en Palacio es una invitación ¡todos al zócalo!