Por: Misael Habana de los Santos
El conflicto religioso que vive la población católica de Ometepec es una respuesta natural del pueblo pobre sometido al cacicazgo político y económico de no más de cinco familias en la región de Costa Chica.
La Iglesia católica, aliada con estas familias durante décadas, ha sido cómplice de esta situación anómala vinculada al clasismo y al racismo de los mestizos de clase alta del llamado Bello Nido.
Es significativo que en ambos grupos, enfrentados por la permanencia y salida de la parroquia del párroco, estén personajes cercanos a quienes perdieron y ganaron las elecciones pasadas en el municipio: el PRIRD y Morena. Es decir, los caciques de toda la vida y la gente que busca un cambio para el desarrollo de todos.
El conflicto en la comunidad de la Iglesia Católica no solo se debe al templo y al cambio de cura; es una revuelta contra el autoritarismo y el poder, en contra de quien es líder moral y religioso de un grupo económico privilegiado que se siente dueño de una mole de cemento y azulejos construida con las contribuciones de la población y con dinero público sustraído y desviado de la administración municipal y estatal durante los gobiernos de Ángel Aguirre Rivero.
Sobre todo, es una revuelta cívica en contra de la apropiación de la fe por un grupo de comerciantes para sus propios fines: el control económico y político de la región costachiquense de Guerrero.
Según testimonios de quienes exigen la salida del párroco Miguel Ángel Cortés Torreblanca, él es “sobrino” del sacerdote Rafael Cortés, más conocido como “El Garañón”, un hombre forjado en la cultura del cine mexicano de charros “borracho, mujeriego y jugador”, de pistola y crucifijo, que en mayo de 2022 murió a la edad de 99 años y se hizo sepultar en el mismo templo que construyó con el apoyo del pueblo y del gobierno.
Rafael Cortés, hombre controvertido, incluso en Ometepec corre la versión —ya parte de su leyenda— de haber asesinado en una iglesia con su propia pistola a un feligrés de su parroquia sin que se le aplicara la ley por el crimen. Muchas más historias se cuentan de este hombre en este municipio donde la mayoría de la población pobres son amuzgos y negros.
Él fue parte importante de la recaudación millonaria para construir la iglesia azul de estilo arquitectónico inclasificable, que parece un pastel de quinceañera de los años setenta.
También fue determinante la colaboración de las familias poderosas del lugar, Navarrete, Aguirre, Adame , Rochay Añorve—todos parte del PRI y PRD—que, presurosas por construir prestigio social y político, invirtieron en la casa de la institución que les ayudaría a través de la ideología, la fe, dar “amor” y expiar sus culpas con estas indulgencias que los trasladen de este infierno al reino de los cielos.
La protesta de no más de 100 personas, encabezada por el hermano del presidente municipal Efrén Adame Montalván, conocido empresario como “El Güero” Montalván, y su hijo Francisco Adame Rendón, empujaron al arzobispo Leopoldo González González, acompañado por una multitud que pretendió ingresar al corazón del poder en disputa. Los seguidores del párroco Pedro Torres García, que viene de una parroquia popular ubicada en La Poza, municipio de Acapulco, tuvieron que ir a otro templo para realizar el oficio religioso con el que se consumó su llegada a Ometepec como sacerdote.
Entonces, el ayuntamiento tomó partido, aunque hay otro sector mayoritario de la comunidad católica de Ometepec que quiere el cambio, representado por el padre Pedro Torres García, quien llega por la voluntad del Arzobispo, ya que, estableciendo los protocolos de la Iglesia, es el Arzobispo el encargado de designar a los párrocos y movilizarlos en toda su diócesis.
El conflicto ha mostrado su verdadero rostro político con la intervención del presidente municipal y su Cabildo saliente, se inclinaron por uno de los bandos en pugna en vez de buscar la conciliación en un asunto que de alguna manera no es de su competencia absoluta. Su misión sería cuidar la paz y la tranquilidad de la población.
El templo del Señor Santiago sigue cerrado y cercado por los opositores a la remoción, quienes, según la mayoría de la población, defienden el “negocio” que es el templo, verdadero centro de disputa, como si fuera de su propiedad, como si “fuera una herencia” dejada por el controvertido “Garañón” a su sobrino Miguel Ángel Cortés Torreblanca, quienes desde el púlpito y el confesionario, por décadas, como su tío ha caminado al lado, a brazos cruzados, con las familias que mantiene el control político y económico del municipio de Ometepec y de otros de la región.