Por: Misael Habana de los Santos

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, ha sido claro en cuanto al respeto que merece este país y la figura presidencial.

Estas dos figuras han sido, en muchos casos, violentadas por los gobiernos gringos, mucho por la cercanía histórica y desigual que hemos tenido con los Estados Unidos.

En este sexenio, el presidente López Obrador ha manejado con fino tacto, conocimiento de la historia y capacidad política la relación con el país más rico del mundo, teniendo en cuenta que México es una economía dependiente del norte.
Además, con un país que cuenta con un poco más de 30 millones de habitantes mexicanos al otro lado de la frontera, quienes enviaron, según el Banco de México, más de 25 mil millones de dólares en marzo de este año, se debe tener muchísimo sensibilidad para manejar una relación económica y política de esta naturaleza.

Sin embargo, tras el asunto de Mayo Zambada, que no ha quedado del todo claro, en el que ambos países aseguran que México no tener nada que ver en la detención, se ha generado incertidumbre. La entrega, según se dice, fue un acuerdo negociado entre abogados ,narcotraficantes y agencias de combate al narcotráfico de Estados Unidos.

Habrá que esperar a que las autoridades nos proporcionen más información para poder informar con mayor precisión sobre la verdad de los hechos y encontrar la aguja en el pajar.

Como si no tuviéramos suficientes problemas, ha surgido nuevamente el conflicto que provoca la relación del gobierno de los Estados Unidos, sus agencias, con grupos proestadounidenses que existen en todo el mundo, incluyendo México.

Estos grupos sociales se encuentran en todos los sectores socioeconómicos de la escala social mexicana, sobre todo en una clase media desinformada, de endeble formación académica, que piensa como estadounidenses nacidos en México, con una mentalidad progringa. Estos grupos tienen una ideología cercana a la que predominan en los sectores rurales blancos del país del norte.

México está solicitando a los Estados Unidos que dejen de financiar a grupos conservadores y a organizaciones que utilizan dinero público estadounidense para apoyar movimientos contra gobiernos legítimamente electos, como el gobierno mexicano, venezolano, chileno, y brasileño, entre otros.

En muchas partes del mundo, estos grupos proestadounidenses, financiados desde Estados Unidos, se dedican a hacer campañas a favor del neoliberalismo y a construir gobiernos afines o cercanos al Tío Sam.

Esto es lo que hacen grandes asociaciones como la de Claudio X. González y el movimiento Rosa, entre otras asociaciones pro derechos humanos, en contra de la legalización del aborto, etc.

También existen una serie de grupos financiados desde Estados Unidos que se encargan de realizar este trabajo sociocultural y sociopolítico, librando lo que llaman “batallas culturales” para ganar espacios en la sociedad civil a través de la cultura y la política.

En resumen, la relación con Estados Unidos es delicada, especialmente considerando que más de 30 millones de mexicanos viven en ese país. La reciente situación con Mayo Zambada ha generado incertidumbre, pero México y Estados Unidos coinciden en que no hubo participación de ninguno de los dos gobiernos.

Este incidente ha resaltado el conflicto de la supremacía de Estados Unidos en el control de sus agencias y grupos proestadounidenses en todo el mundo, incluyendo México.

El presidente López Obrador ha sido claro en su comparación entre la lucha contra los narcotraficantes y las causas sociales que provocan el consumo de drogas. La captura de líderes del narcotráfico no resuelve el problema; en cambio, se deben atacar las causas sociales. La cultura mexicana, el modelo familiar y las culturas originarias han influido para que la pandemia de drogas no nos afecte tanto como a Estados Unidos.

Es importante sentirnos orgullosos de ser mexicanos y buscar nuestra independencia cultural de Estados Unidos, un país que dedica el 60% de sus recursos públicos a la guerra y a financiar campañas contra gobiernos democráticos.

La responsabilidad de la presidencia electa, Claudia Sheinbaum, es grande, pero cuenta con la inteligencia, el talento y la capacidad necesarios para abordar el espinoso asunto de las relaciones entre estos dos vecinos distantes.