Por: Misael Habana de los Santos
Cuando tuve el encuentro musical con Carin León, una especie de primera cita con un cantante del género del mal llamado tradicional mexicano, cosas del mainstream, mi respuesta fue afirmativa.
Incluso busqué vínculos e influencia en él con uno de los mejores exponentes de la música country estadounidense, Chris Stapleton, autor del emblemático “Tennessee Whiskey”.
En el cantante de Hermosillo había mucho del compositor gringo: la voz, los quejidos, bueno, hasta ser gordo y barbón.
El segundo encuentro fue con el cover de “Kiss and Say Goodbye” de The Manhattans, que acá popularizó en español el Grupo Indio, especializado en copiar todos los éxitos del pop que ocurrían al otro lado de la frontera.
El cover de Indio abrió muchas puertas en las mentes cerradas por la melosa balada mexicana de los setenta.
El cover de Indio con Carin hizo lo propio con el serrano público de banda frente al rock y a otros géneros urbanos .
Un referente sin duda es “La Noche Que Murió Chicago”, que habla sobre un enfrentamiento entre policías y sicarios al mando de Al Capone: “Daddy was a cop on the east side of Chicago…”.
El cover al alimón entre Óscar Alvarado Díaz de León Huez, nombre auténtico de #CarinLeón, e Indio, ratifican su gusto musical más allá del manido y reiterativo ruido de la tambora sinaloense. Hasta este momento, después de zambullirse en las aguas malditas del blues y el rock, sigue frecuentando para complacer a un público intoxicado con estas expresiones estéticas cercanas al estruendo, el ruido, la trompeta, la tuba, la tambora, el alcohol y otras yerbas.
El hallazgo de “La Primera Cita”, de autoría de #AlejandroSauloLozano, quien por cierto estuvo en la Arena GNP de Mundo Imperial, subió al escenario, cantó y demostró que lo suyo es escribir bonitas canciones. Fue para mí algo agradable al oído y para la historia del regional mexicano: algo estaba pasando allí sin darme cuenta por omisión.
En el primer concierto de temporada después del huracán Otis, la #ArenaGNP recibió a un público mayoritariamente joven y clasemediero con ganas de divertirse, beber cerveza, alcohol, lucir a las novias con pantalones cortos cacheteros, ensombrerados, descamisados. Una especie de urban cowboys en un trópico con un calor del infierno combatido con vasos de cerveza de a litro a 170 pesos.
Carin, desde que abrió, no paró con más de dos horas de música y cantó acompañado de magníficos ejecutantes. Quien toca el bajo, el requinto eléctrico y la guitarra acústica no tienen desperdicio. Le dan un sonido original a la música y a la aguda voz de este gordo barbón que coquetea con el rock, el country, el reggae, la bachata, la cumbia, la salsa y hasta el góspel.
Por ello creo que la relación entre Carin y su público es tóxica. Él ofrece infinidad de géneros a sus seguidores y sus fans ovacionan aquellas que suenan a la música del noreste mexicano, popularizada por los Lizárraga. Y Carin disfruta la tambora como su público festejando una borrachera en común in crescendo.
Al público acapulqueño les ofreció blues y rock, bueno, les ofreció la vida y les valió madre. Les canta sus preferidas sin dar explicaciones, argumentando que es el mejor de sus amores, también el peor de sus errores. Sin importar que lo aborrezcan, y sin jurarlo, se aferró a ese sonido tóxico, innombrable, de la banda sinaloense que él está pujando por sacar del hoyo creativo en que lo sumergió el negocio musical de manera inmisericorde.
Un cielo nublado hasta después de la medianoche. La luna se asomó por momentos al coso que fue semidestruido por Otis y que durante meses fue parte del paisaje posapocalíptico dejado por el huracán. Con Carin, luce lleno total e iluminado.
Como parte de las concesiones que hace el intérprete con su público fue un popurrí con narco canciones del guerrerense Joan Sebastian. Un reportero que se encuentra a mi lado enmienda: “Hace canciones, no narco corridos… pero sí fue narco”. Ok, fue mi respuesta para atajar un posible debate.
Concesión que fue aplaudida a rabiar por el público, incluso más que los éxitos de quien cantaba en el templete de cuatro frentes. A esa hora la gente bailaba desde gayola a VIP. Incluso se vieron niños llevados por sus padres a sus primeras clases de iniciación cultural en narcomúsica de calidad.
Casi una pesadilla, un dolor de muelas, estos pasajes de Carin León, entre un público fiel al tamborazo del jaripeo, la cabalgata por la Costera y un cantante que quiere volar con alas propias hacia otros puntos, demostrando capacidad y conocimiento, sin lograr despegar del todo a pesar de todos sus premios y de todo su dinero que le brindan estos intoxicados de tanta tambora y desbordante violencia verbal.
Y si saben “Qué alacrán te echaste. En tu perra vida vas a hallar la calma hasta que te mueras. O hasta que me mates” como epitafio de esta relación enfermiza, tóxica, que establece el cantante con su público.