Misael Habana de los Santos

Por: Misael Habana de los Santos

El lunes comenzamos con festejos y alegría por lo que ocurrió en Francia. Desde hace algunos años, había una tendencia política en la Comunidad Económica Europea, en lo que es la vieja Europa, especialmente en los últimos años, de cómo los grupos ultraconservadores o muy a la derecha, antimigrantes y fascistas, estaban ganando la opinión de los ciudadanos difundiendo miedo hacia lo diferente y llevándolos a las urnas para imponer medidas acordes a su ideología.

Una vez en el poder, estos grupos buscaban frenar la migración, implementar políticas privatizadoras en algunos sectores y disminuir el estado de bienestar que tanto ha caracterizado a los países europeos.

La amenaza del acceso al poder en Francia se desvaneció con los resultados electorales hacia el centroizquierda. Hay que considerar que el pueblo francés es uno de los más ilustrados de la Comunidad Europea en cuanto a construcción democrática; un pueblo que nos ha dado lecciones de civismo al mundo. El triunfo del partido de Le Pen hubiera sido un mensaje catastrófico para la gente que en el mundo lucha por la justicia y la igualdad.

El hecho de que en su territorio haya acontecido la Revolución Francesa, la llegada al poder por el voto de los socialistas de Mitterrand, y la sobrevivencia del otrora poderoso partido comunista francés, todo ello enmarcado por el humanismo de la filosofía francesa, es significativo.

El arribo al poder de los socialistas cuando caía el comunismo del Este fue como un tanque de oxígeno para quienes se oponían a las teorías del fin de la historia. Esto significó un cambio en el mundo y además un mensaje para la gente de buena voluntad que busca transformaciones y la consolidación de los derechos de las personas.

Por eso preocupaba que Francia fuera ocupada por esta ideología fascista que se está estableciendo en distintos estados de la comunidad europea.

Pero los franceses pusieron un alto a esto que se dejaba venir con el triunfo del conservadurismo en la primera vuelta de las elecciones francesas. Había prospectivas que le daban un triunfo a la ultraderecha. Sin embargo, ayer quedó derrotado el partido de Le Pen, cuya líder es hija de otro dirigente de extrema derecha que ya fue derrotado en los setenta. Por lo pronto, la Cámara de Diputados mayoritariamente está integrada por las izquierdas, lo cual garantiza que en Francia se sigan viviendo propuestas que ayuden a la convivencia de una sociedad pluriétnica y pluricultural, como es la patria de Jean-Paul Sartre.

Celebramos este hecho aunque, aquí en México, estamos un poco preocupados por lo que ocurre al interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Porque no son movimientos a favor de la democracia, sino retrocesos que nos transportan al siglo pasado, a la dictadura de partido, a la falta de democracia, a los grandes caciques del PRI, a los tiempos de Fidel Velázquez, cuando se usaba un partido y a sus afiliados para perpetuarse en el poder.

Eso es lo que está ocurriendo con el señor Alejandro Moreno “Alito”, que el domingo, muy a su modo, hizo modificaciones a los estatutos del PRI para mantenerse en el poder los próximos 8 años y buscar la reelección hasta por 3 períodos más. Doce años para dirigir el tricolor es mucho tiempo para lo que le queda de vida política al PRI, partido que en cada elección que pase irá perdiendo militantes y electores.

Para cuando Alejandro Moreno “Alito” intente reelegirse por tercera ocasión, ya no tendrá partido que dirigir y solo cargará con el prestigio de haber sido el último bebesaurio del PRI que trató de emular a sus antecesores para convertirse en Don Perpetuo de una dictadura imperfecta.