Misael Habana de los Santos

Por: Misael Habana de los Santos

Me preocupa el debate que se está dando por las últimas acciones realizadas por la dirigencia de Morena, no dentro del partido, sino en la sociedad, entre los ciudadanos que dieron su voto para reconstruir la vida política del país.

Sé que es muy apresurado pedir resultados, pero la sociedad quiere verlos ya y, sobre todo, que las acciones de los ganadores sean congruentes con lo que predicaron y prometieron.

En este debate desesperado y descorazonado, se empiezan a visibilizar hoyos negros en la conformación de estos ciudadanos que supuestamente nos conducirán a la transformación de este país, que comenzó hace seis años.

Los primeros baches son los diputados plurinominales a los que tienen derecho estas comparsas políticas llamadas PT y Partido Verde, ambos de oscuro linaje a lo largo de la historia moderna del país. Ninguno es de izquierda, y el segundo no es ambientalista; se han subido al carro de los vencedores por puro oportunismo. El objetivo es chupar dinero público; las convicciones son algo que ellos no conocen.

Entiendo que, por pragmatismo, para llevar a cabo una transformación como la que propone Andrés Manuel López Obrador y ejecutar el plan C, se tuvo que recurrir a alianzas con estos partidos, incluso con personas impresentables, como es el caso de los dirigentes del PT Guerrero. Este caso ejemplifica la calidad de la gente que se reivindica de izquierda en Guerrero y que supuestamente participará en la construcción del segundo piso de la Transformación.

Otro caso de incongruencia ideológica es el acompañamiento del Partido Verde en Guerrero. La casta divina que dirige este partido, convertido en una mafia familiar, ha estado usufructuando el dinero público obtenido por la lucha social de izquierda. Lo hacen con tanta inmoralidad como lo hicieron con el PRI y con el PAN.

El ahora diputado federal, Alejandro Carabias, ni siquiera hizo campaña porque no vivía aquí; desde Texas vino al evento de Claudia Sheinbaum en Acapulco, y esa fue toda su participación pública.

Hay situaciones que no se entienden. A nivel federal, también hablará en San Lázaro un bailarín, exintegrante del grupo Garibaldi. Válgame Dios, por segunda vez será diputado por el partido de Andrés Manuel López Obrador. Y además presidió la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados. ¿Se imaginan el tamaño del despropósito?

Ahora, no es indigno ser bailarín; hay grandes artistas como Nureyev, pero este es un encueratriz mediocre, amante de la frivolidad y de la superficialidad al estilo estrella de Televisa. Es el ícono de la cultura de los mexicanos blancos que promueve la televisión mexicana. Esos que van al cirujano, se modifican y se venden. Me refiero a Sergio Mayer, emparentado con los Camil, miembros de la oligarquía cevichera que se ha servido de Acapulco forever.

La gente maneja mucho su nombre por su participación en vergonzosos reality shows, al lado de otros personajes similares que promueven Televisa y los medios de comunicación, responsables en gran parte de la enajenación cultural de masas nacional.

La telenovela, la comicidad que raya en la estupidez, los chistes homofóbicos de entretenedores de televisión y toda esta cultura impuesta por los medios han creado a estos especímenes que ahora son nuestros representantes populares en las cámaras.

Esta gente no tiene convicciones y su misma imagen es un contrasentido a la propuesta de cambio que impulsa Morena a través de sus intelectuales orgánicos. Morena debe reflexionar sobre esto. Ya no es tiempo de buscar votos por la apariencia física, sino por las propuestas y argumentos.

Hemos estado sometidos al discurso de la belleza blanca por años. ¿Cuánto tiempo más durará? Si un marciano llegara a México y, antes de bajar de su nave, lo sometieran a la tortura de 24 horas de programación del Canal de las Estrellas, al salir y ver a los mexicanos no nos reconocería. Porque Televisa difunde una identidad que nada tiene que ver con la realidad.

Nosotros, los prietos, los indios, los mestizos, no somos como esa gente operada que sale en la televisión. Esta cultura ha permeado también a la clase política. Vean a nuestras diputadas y diputados, cómo transforman su cuerpo para ganar votos. Creo que el voto no debe ganarse por la apariencia. Hay otra manera de ganar la elección: convenciendo a la gente con razones y argumentos.

Ya me imagino a Sergio Mayer en los debates de asuntos trascendentales y fundamentales del país. ¿Qué va a proponer este señor? Pues nada más que levantar el dedo. Y también, ¿qué van a proponer muchas diputadas y diputados cabezas huecas que van por Morena? ¿Qué proponen? Son diputados solo porque son amigas, amigos, novias y amantes de los dueños del partido. ¡Basta de tanta hipocresía!

Hace falta reflexión, como pide el diputado Gerardo Fernández Noroña, quien es un activo importante de la izquierda y un guerrero que lucha en tribuna, como lo hace mucha gente, ciudadanos, periodistas, que no piden cuota o posiciones, sino que luchan por convicciones.

Duele que al ganar lleguen estas personas impresentables como representantes populares, que están ahí solo por el salario, para vestirse, para realizarse operaciones estéticas y hacer cualquier cosa en contra de un verdadero desarrollo humano. Da mucha pena que ocurra esto.

Esto no quiere decir que no sigamos con la transformación. Por supuesto, hay que seguir transformando y cuestionando estos valores superficiales que promueven algunos sectores, incluso dentro de Morena. Necesitamos propuestas con más sentido y profundidad que realmente ayuden a cambiar las cosas. El pueblo se cansa de tanta pinche simulación y tranza.