Misael Habana de los Santos

Por: Misael Habana de los Santos

Lo que se esperaba. El devenir de un negocio familiar a nivel nacional no tenía por qué ser diferente en Guerrero. Así que lo que sucede en Movimiento Ciudadano (MC) acá solo es un capítulo más de una crónica de grupos de poder, de negocios, de ambiciones, de egos caciquiles, anunciada.

Después del “retiro” mediático de Luis Walton de MC, coincidente con la ausencia de algún puesto de representación popular, el empresario alemanista se hizo a un lado pero dejó en ese partido a toda su estructura electoral, la mayoría de sus empleados, en puestos públicos bien ubicados para seguir medrando de los recursos públicos. Hoy buena parte de ese equipo ya se encuentra en Morena, sin mayor justificación política e ideológica que ser protegidos por Marcelo Ebrard. Vaya cinismo.

Después, la llegada de otro clan familiar, la del exgobernador Ángel Aguirre Rivero, que antes que nadie vio el ocaso del PRD, franquicia de su propiedad, y puso algunas de sus canicas en el partido naranja.

Con la anuencia del dueño de la franquicia y el inamovible Dante Delgado Rannauro, ÁAR colocó en la dirigencia a Julián López, con quien durante su gobierno hizo buenos negocios en el parque industrial El Ocotito.

Más tarde, en una muestra de poder desmedida, el exgobernador costachiquense colocó en candidaturas de representación popular a familiares, amigos y excolaboradores.

“El agandalle”, así lo consideró Delgado Rannauro, propició un enfriamiento en las relaciones que llevó hasta la ruptura entre el viejo político naranja y el oriundo de Ometepec. De ahí la llegada a MC del exgobernador Héctor Astudillo y el político chilpancingueño Mario Moreno, lo que provocó otro cisma. Y luego Yoshio Ávila, derrotado tres a uno por la presidenta Abelina López Rodríguez, que también exige su cuota al partido que lo acaba de recibir después de andar brincando en el PRI, en Morena y ahora acá como aliado de Julián López, que será diputado local.

Hay que estar pendiente para ver qué ocurre en este jaleo en que se disputa a un partido que juega a “la oposición” mesurada, controlada, como la que han hecho en la historia política de este país PPS, PARM, PST, PV… todos de triste memoria.

*El INESIRVE*

En la conformación de la Cámara de Diputados, Morena no está haciendo nada ilegal. No es ilegal, podría ser inmoral, pero no ilegal. Legal es legal porque en las dos anteriores legislaturas se ha tomado el mismo criterio para determinar el número de diputados que corresponden a cada uno de los partidos que participaron en el proceso electoral.

En este caso, asignarle a Morena una cantidad determinada de representantes, desde la oposición se ve como una sobrerrepresentación y que, según esas mismas voces, pone en peligro la democracia.

La Secretaría de Gobernación (Segob) dio a conocer un cálculo de los legisladores que obtendrán los partidos en la próxima legislatura, con todo y plurinominales.

Retomando esta información, el exconsejero electoral Ciro Murayama aseguró que la asignación de plurinominales estimada por la Segob dará a Morena y sus aliados del PVEM y PT el 73% de los curules en la Cámara de Diputados –más que la mayoría calificada-, a pesar de que obtuvieron, en conjunto, el 54% del voto ciudadano.

Este debate se sustenta en que la Constitución prohíbe a un partido beneficiarse de más del 8% de sobrerrepresentación, pero deja un hueco legal para que las coaliciones lo tengan, sumando las sobrerrepresentaciones de cada partido político que integra la alianza. Hueco que fue aprovechado por las anteriores legislaturas.

Y aprovechando esta circunstancia legal, Morena y sus aliados del PVEM y el PT tendrán una sobrerrepresentación del 19% en la Cámara de Diputados, lo que causa indignación en la oposición. El PRI tuvo la misma ventaja en 2012 y en 2015 gracias a su alianza con el PVEM. Los reclamos de Morena en aquellos tiempos no prosperaron y la aplanadora tricolor se salió con la suya.

Esta sobrerrepresentación tal vez se concrete una vez más “por usos y costumbres” y como última vez. Ya que la reforma electoral que propone el Plan C busca eliminar a los representantes ficticios, es decir, a los diputados y senadores plurinominales.
Dicen por mi rumbo que matando al perro se acaba la rabia.