Por: Misael Habana de los Santos.
Desde el jueves pasado al mediodía hemos escuchado las declaraciones de Mister Ken Salazar, el señor embajador de los Estados Unidos en México y amigo cercano del presidente de la República Andrés Manuel López Obrador.
Aunque “amigo de los mexicanos”(jejeje) representa los intereses de su país, y por tanto las posiciones del gobierno estadounidense, sus opiniones reflejan esa perspectiva imperialista, no necesariamente sus pensamientos personales.
Sin embargo, como representante de un país extranjero en nuestra nación hay asuntos en los que no debería opinar ni intervenir, porque este es un país independiente, soberano y autónomo. En México, las decisiones sobre el tipo de gobierno y las acciones que tomamos corresponden exclusivamente a los mexicanos. Vivimos en una democracia, no en una dictadura; celebramos elecciones, y todas nuestras instituciones emanan de esta decisión popular que se realiza cada seis años para elegir al presidente, así como en elecciones periódicas para elegir gobernantes en estados y municipios.
México es una sociedad libre para tomar sus propias decisiones, como lo confirma nuestra historia, un derrotero de defensa de la patria marcada por luchas constantes.
Nuestra cercanía con los Estados Unidos ha sido tanto una fortuna como una carga. Porfirio Díaz ya lo decía: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Nuestro país ha sido invadido en dos ocasiones por los Estados Unidos y también por los franceses, a quienes logramos derrotar.
Sin embargo, los estadounidenses nos impusieron su voluntad, arrebatándonos la mitad del territorio nacional, y desde entonces han mantenido su influencia muchas veces determinantes en nuestra vida interna facilitada por los vende patrias que nos han gobernado. Con su doctrina del “Destino Manifiesto”, una especie de filosofía imperial, sostienen que los intereses de Estados Unidos se extienden a todo lo que rodea sus fronteras, incluyendo México.
A los mexicanos nos ha costado mucho, no solo en sangre, sino en largas luchas, marcar una diferencia y exigir respeto frente a Estados Unidos. La Revolución Mexicana fue parte de esa lucha, y aunque logramos algunos avances, después de la revolución, con la llegada de los gobiernos del PRI y la entrega de recursos y concesiones a empresas estadounidenses, se abrió una nueva etapa de sometimiento. Desde entonces, han intervenido continuamente en nuestros asuntos, tratando de dirigir nuestro destino y apropiarse de nuestros recursos.
Pocos presidentes han buscado establecer una relación más equilibrada y respetuosa con los Estados Unidos.
En este sexenio, Andrés Manuel López Obrador se ha distinguido por hablar con claridad sobre la relación con nuestros vecinos del norte. Hoy, la Secretaría de Relaciones Exteriores respondió a Ken Salazar dejando claro que México tiene leyes, es un país autónomo y libre en la toma de decisiones. México no interviene en los asuntos de otros países, y como dijo Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Sin embargo, percibo al presidente solo en ésta lucha, algo aislado en este momento.
Pareciera que no tiene el apoyo de los mexicanos como lo quieren hacer ver los medios de desinformación. Como si solo él quisiera hacer las reformas, como si fuera una causa personal y no la de todo el pueblo que la demanda.
Sé que no está solo, pero creo que falta la participación activa de todos los mexicanos que apoyamos las reformas y el cambio de gobierno. Morena debería movilizar a sus afiliados para defender nuestra soberanía y la decisión popular que favoreció a Claudia Sheinbaum. Este asunto refleja nuestra realidad actual, una coyuntura histórica, en la que cada mexicano tomará partido según su ideología o intereses.
Estamos viviendo un momento crucial en la historia de México, y quienes estamos aquí deberíamos sentirnos privilegiados de participar en la construcción de un país más autónomo e independiente.
Por eso, no entiendo posturas como la del subcomandante Marcos en estos tiempos tan difíciles.
Es importante conocer y respetar opiniones distintas, pero debemos llegar a un consenso. Y esa decisión ya fue tomada en el pasado proceso electoral: los mexicanos queremos reformas y avanzar en la transformación democrática de este país, respetando a las minorías, que aunque no ganen elecciones por su condición de minorías, tienen derecho a opinar.
Los invito a reflexionar sobre este momento histórico tan relevante que nos ha tocado vivir. Quien se queda callado, en cierta forma, se convierte en cómplice de la situación.