Misael Habana de los Santos

Por: Misael Habana de los Santos

¡Oh tierra del sol, suspiro por verte! Este 22 de julio se celebró en el Cerro del Fortín, Oaxaca, la Guelaguetza, la gran fiesta de los oaxaqueños.

Dentro de ocho días, en el mismo lugar, en el Cerro del Fortín,se realizará la Octava: la continuación de la danza con otros grupos participantes o los mismos.

Un teatro al aire libre lleno de turistas disputó boletos, costosísimos en la reventa, para participar en este gran evento de intercambio cultural.

Afuera, las calles estaban repletas de visitantes y los oriundos de fiesta. Bailaban, comían, bebían mezcal y se sumergían en la profunda cultura de este estado y sus regiones, una tradición que se repite cada año en este tiempo de lluvias.

Al iniciar Al Tanto Guerrero, concluyó la transmisión de la fiesta difundida por las redes de la Secretaría de Gobernación del gobierno federal y pue el Corporativo Oaxaqueño de Televisión (Cortv), que superó los 20 mil espectadores en vivo en Facebook.

Esto es Oaxaca: fiesta, tranquilidad y cultura como espectáculo de interés turístico. Un turismo distinto al que viene a Acapulco.

 

Los beneficios de tener un tejido social sano, donde se respira tranquilidad, son evidentes. Muy diferente a lo que estamos viviendo en Guerrero en las últimas horas con esta violencia deshumanizada.

Parece que no hemos aceptado aún que esta violencia es una respuesta a la descomposición social que vivimos aquí, en donde todos los actores, no solo las autoridades, somos de alguna manera responsables. Porque siempre el mal ciudadano, el que no entiende que su condición le obliga a tener derechos pero también obligaciones, apunta a la autoridad y critica, deslindándose de lo mismo que culpa.

La responsabilidad de las autoridades es combatir y prevenir los hechos delictivos, creando las circunstancias para un desarrollo social tranquilo, armonioso,ofreciendo empleo, trabajo, oportunidades para los ciudadanos, y principalmente para los jóvenes, cultura, literatura, libros y otras cosas más allá de la frivolidad diaria que vivimos en un destino turístico como Acapulco, donde parece que la vida no vale nada y solo vale para reventarse y para demostrar algo que no somos, vivir de la apariencia.

Aquí, la cultura del consumo se ha consumado en una sociedad que económicamente no permite a las mayorías ni siquiera el acceso al consumo basura y mucho menos al de calidad.

Así, no vamos a poder salir del hoyo en que nos encontramos porque nuestro tejido social está descompuesto.

Guerrero y Oaxaca tienen muchos puntos en común, incluso en la pobreza. Gobernados por el mismo partido político.

Oaxaca y Acapulco son ciudades que viven del turismo, pero allá hay otro tipo de turismo, el que quiere ver piedras, galerías, arte y cultura; aquí, el que busca alcohol, discotecas, mar y sexo. Y también droga allá y acá. Allá el misticismo de los hongos, la mota, para abrir las puertas de la percepción al arte y el conocimiento. Acá, la coca , ni siquiera Acapulco Golden, y hasta fentanilo para buscar un escape a la banalidad y a la destrucción interior que provoca el placer egoísta y la evasión de su realidad insoslayable.

Allá llevan días bailando, bebiendo mezcal, y el lunes amanecieron con la Guelaguetza solo para continuar una tradición con conexión al pasado para vislumbrar el presente; aquí llevamos semanas con muertos a torniquete, con balas, decapitados, embolsados y cada mañana nos levantamos para informarnos del horror que nos provocará la nota del día.

Y después del espanto solo queda la tarea de buscar otro destino como familia y sociedad. Y una de las puertas de salida de este cuarto oscuro es educar con valores desde la casa, desde el espacio de otras instituciones, de las escuelas, de las iglesias, los de los sindicatos corrompidos y democratizarlos , los partidos políticos (que dejen de ser corruptos y cínicos). Ir por un cambio profundo si realmente queremos dejar a nuestros herederos una nueva ciudad con nuevos ciudadanos de una nueva sociedad donde la alegría, la fiesta, la solidaridad y el trabajo sean parte importante de la vida misma.

El pasado fin de semana, el periódico de la izquierda mexicana, La Jornada, publicó el informe que el presidente AMLO entregó a los familiares de los jóvenes de Ayotzinapa asesinados después de los hechos de Iguala: los 43 estudiantes de la Normal Raúl Isidro Burgos.

En la carta-informe, el presidente argumenta su defensa sobre la supuesta responsabilidad del Ejército Mexicano en los repugnantes hechos, y dice que no hay argumentos para responsabilizarlos, que el asunto es completamente local, y de responsabilidad de las autoridades locales, las que por comisión u omisión, siempre estuvieron involucradas con la delincuencia organizada.

La información y comentarios del presidente de la república deben tener muy preocupados a varios personajes locales que fungían como autoridades en los tres órdenes de gobierno en ese tiempo. Por lo que la Fiscalía General de la República (FGR), antes de que concluya el sexenio, va a dar a conocer acciones en contra de presuntos responsables de lo ocurrido en Iguala, esa noche terrible y sangrienta en que elementos del Ejército, policías del estado, policías municipales, sicarios de Guerreros Unidos, policías reactivos de Marina, realizaron esta operación, en un orquestado operativo, con conocimiento de autoridades de los tres órdenes de gobierno, y que participaron en los hechos y a lo largo del proceso en que se pretendió montar la verdad histórica. Dicen mis fuentes que la lista es larga “como la cuaresma”.