Por: Misael Habana de los Santos
Ya se acerca la fecha, el día para la madre de todas las elecciones, en la que se está disputando el proyecto de nación: el del conservadurismo y el liberal que enarbola el gobierno de la 4T, y que viene caminando desde que nos constituimos en nación.
Dice la historia que este ha sido un movimiento y una lucha de muchas vidas y muchas generaciones, y que continuarán muchas más vidas y muchas más generaciones.
Estas fuerzas son como dos poderosos ríos que corren a lo largo de la historia del país: una busca detener la corriente y la otra impulsa la fuerza de la corriente de la transformación.
Por un lado están los que quieren la transformación de un México mejor, un México más humano, un México con derechos, un México sin tanta corrupción, un México con educación pública de calidad, un México con hospitales y derecho a la salud pública para sus habitantes.
Por el lado derecho están los que quieren conservar los privilegios, los que buscan privatizar hasta el derecho de amar. Aquí en México se les puede identificar por sus acciones a través de partidos políticos como el PRI, PAN, PRD, MC y grupos reaccionarios que enarbolan banderas de la sociedad civil.
El momento histórico que vivimos en México es determinante. El gobierno que impulsa el presidente Andrés Manuel López Obrador a través de la 4T, imperfecto si se quiere, ha demostrado que combatiendo la corrupción podemos construir otro país.
Un gobierno legítimo como ninguno en los últimos 20 años, y hoy una oposición travestida con las prendas inmaculadas de la democracia pretende regresar al poder prometiendo lo que no hicieron cuando fueron gobierno. Los defenestrados por el poder del voto proponen a los mexicanos un país de justicia, algo que nunca quisieron, y ahora, transformados en demócratas, quieren volver a gobernar.
Nos dicen que viene el México del crecimiento, el México de la riqueza, el México que no tuvimos durante muchos años atrás. No es poco lo que se está jugando en las elecciones del dos de junio: son estos dos Méxicos de los que hablo, el México de los privilegios y el México de la justicia; el México del neoliberalismo y el México con estado de bienestar; el México de la exclusión y el México de la integración.
Yo soy un producto de la educación pública. Yo, como muchos de mi generación, no hubiera podido ir a la universidad si no hubiera existido la educación pública. Es importante y necesario que la mayoría de la gente siga defendiendo la educación pública y la salud pública. Nos falta mucho, pero todo el mundo debe tener derecho a garantizar su salud y que cuando tenga un problema sea atendido gratuitamente en hospitales, y que te den medicinas, como sucede en Europa.
Lo que plantea AMLO no es un modelo de sociedad comunista, que por cierto no ha existido en ningún lugar del orbe. Los conservadores mexicanos y sus medios de comunicación confunden el comunismo con el estado de bienestar, con un estado responsable con sus ciudadanos. En Europa, la gente tiene garantizado el derecho a la educación y salud gratuita y más derechos gracias a que hay un estado de bienestar.
En México, las mejores universidades son las universidades públicas, no las universidades privadas, como la UNAM y la UAM. La lucha para consolidar el estado de bienestar debe seguir y esto se hará con el voto de las mayorías para elegir solo a aquellos que han demostrado buscar el bienestar de la gente: pensiones para todos, jubilaciones al cien por ciento, igualdad para todos. Salud y educación sí. Exclusión no.
Apoyemos a quienes combatan los privilegios, que no haya políticos que se roben el dinero, sean del partido que sean. Hay que cuestionar, pero hay que cuidar a quienes nos garanticen la educación, la salud, la casa y el trabajo para todos.
Basta ya de explotación y de robo de recursos de la gente, basta de la exclusión por tu color de piel, del racismo, clasismo y de todas esas estupideces que hacen creer a la gente que vive de la frivolidad.
El próximo 2 de junio salgan a votar por quien les plazca, pero recuerden que en este proceso se están disputando dos Méxicos: el de los privilegiados y el de los descamisados. Vote por quien quiera, pero vote. Aunque usted, como yo, ya decidió por quién votar desde hace seis años, cuando decidimos cambiar.