Por: Misael Habana de los Santos.
Al entrar a la butaquería del teatro para gente “fifi”, Forum de Mundo Imperial, la música popular mexicana de fondo te invita a emprender un recorrido por los chachacuales, cantinas de mala muerte, una fiesta patronal o un barcito como El Avispero en el centro de Acapulco.
Las fragancias y la ropa de las y los invitados te regresan ipso facto a la realidad de un teatro cualquiera, cancelando cualquier posibilidad de emprender un viaje desde aquí a la bohemia, amenizada con chelas y canciones cantadas por Chavela Vargas y un tal José Alfredo Jiménez, como te invitan los anfitriones.
Ya bajado el switch, desde el escenario silente y oscuro, suena la música generada por al menos ocho ejecutantes, que da paso a la potente voz de La Reina Mixteca, que alguna vez desafió al mainstream musical controlado por ya sabes quién,los creadores del playback, haciendo jazz en mixteco.
En el escenario del Forum Mundo Imperial aparece Anna Lila Downs Sánchez, y por la reacción estruendosa y rítmica del público, se confirma que su reino en este mundo existe y se mantiene porque se fundamenta en la gratitud que la mayoría de sus seguidores mantienen a un ritual que comenzó con la comercialización de este mestizaje musical que sincretiza la cultura oaxaqueña y la fronteriza.
Una sirena verde se contornea en el escenario, enfundada en un vestido que recoge los tejidos, los bordados, los modernos encajes y los bieses, de aquí, allá y acullá, que la imaginación de la cantante concretiza en un colorido barroco oaxaqueño.
De lo hecho por Lila Downs del disco “Ofrenda” a “La Sánchez” hay mucho trecho. Son dos parámetros distintos y distantes estéticamente hablando: el primero como búsqueda de las raíces oaxaqueñas y su contemporización desde su otra nacionalidad, la cultura chicana.
Del disco “Ofrenda” a “La Sánchez”, Anna Lila Downs Sánchez, más conocida como Lila Downs, hay una larga distancia. Mucho y más de la propuesta estética de las primeras producciones discográficas tienen el sello del productor artístico y saxofonista estadounidense, esposo de Lila, Paul Cohen, quien murió en octubre de 2022 en la ciudad de Oaxaca.
Así que el show de la oaxaqueña presentado en Acapulco la noche del sábado no tuvo ninguna sorpresa para quien la ha acompañado desde su prometedor surgimiento hasta el rutilante y curioso rol que juega en la actual música mexicana. Tal vez la cálida y potente voz de la cantante y compositora, o la interpretación de algún tema de su último álbum, “La Sánchez”, realizado este año. Aquí no pasó nada diferente, no hubo ninguna novedad.
El público efusivo que llenó el área de orquesta y la platea se entregó a la propuesta rítmica de la nacida en el corazón de la Mixteca, en Tlaxiaco, Oaxaca, y que inició su presentación con “La Cumbia del Mole” y cerró con “Mezcalito”. Sin duda, sus grandes éxitos entre el público que escucha música banda, cumbia, corridos tumbados o reguetón.
El público de antes se quedó con las ganas de escuchar temas de los discos “Ofrenda”, “One Blood”, “Border” y “Ojos de Culebra”, que fueron los que catapultaron a Lila en el firmamento mundial de músicos populares exquisitos como Totó La Momposina, Mercedes Sosa, Natalia Jiménez, Caetano Veloso, Nina Pastori, entre otros.
Cuando la cantante y antropóloga vuelva de ese viaje con concesiones al negocio musical, su voz, sus músicos y su compromiso con las mejores causas de este país, su público, los de siempre, aunque ya no seamos los mismos y aburguesados buscadores de nuevas propuestas sonoras, la estaremos esperando.
Así que el concierto de Acapulco fue un tour de force que se reconoce pero innecesario e insuficiente con la propuesta musical a la que nos había acostumbrado esta extraordinaria mujer que, con su música, ha recorrido varios continentes y nos ha llevado a través de esta magia a mundos sorprendentes.
¿Ir a ver a Lila Downs para que haga lo que hizo aquí? Nunca más. Prefiero oír sus discos viejos hasta que tenga una propuesta nueva sin concesiones a nada ni a nadie.