1. El oportunismo político

Nueve, copitos de nieve…

No hay de otra. Nos guste o nos disguste la pandemia provocada por el virus SARS -CoV 2 (Covid 19), llegó para instalarse entre nosotros.

Y es como todas las cosas nuevas que llegan a nuestro entorno, al principio nos sorprenden cuando son buenas o definitivamente, auténticamente malas, como es el caso de esta enfermedad.

Después pasan a una aburrida normalidad de lo intrascendente. Así será, el SARS-CoV 2 cuando haya una vacuna y como las enfermedades con otras siglas, sólo nos llevará algunos minutos o unas horas en la línea cada determinada temporada para inmunizarnos.

El oportunismo político de la derecha conservadora, aunque parezca un pleonasmo o una burrada de mi parte para algunos lectores, aclaro, sí creo en una derecha moderna, democrática e inteligente, aunque no comparta su ideología. Una new right que quiere acostumbrarse a vivir entre prácticas consensuadas, que rechace el racismo, la discriminación de cualquier tipo, que guste del sano debate, la cultura, la libertad de pensamiento y el respeto a la pluralidad.

Decía, el descaro oportunista de la vieja derecha, acostumbrada al cochupo, a la corrupción entre cuates, a la leche caliente de la ubre gubernamental, al dinero público como botín, no cejan, no paran en la búsqueda despiadada por reconstruir la vieja normalidad que la mayoría de mexicanos mandó al bote de la basura hace dos años.

Fuerte es su añoranza hacia el pasado y las redes sociales una especie de deja vú que los remite a un confort momentáneo que amenaza el futuro de “la familia”, la manada, el partido.

Si la violencia verbal que generan día a día a través de las redes sociales, a veces vulgar e irrespetuosa contra el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) aún no se ha desbordado, no es por ellos, sino por la profunda tolerancia de un régimen que ha abierto las puertas a las verdes alamedas de la democracia.

Las manifestaciones públicas que vemos día a día en el país desde hace un poco menos de dos años, algunos excesivas, violentas hasta la irracionalidad, han sido toleradas a nombre de los valores democráticos de los nuevos tiempos. Ya no hemos visto, ni veremos, 2 de octubre, 10 de junio, Aguas Blancas, El Charco o Ayotzinapa porque nadie es libre hasta que todos seamos libres. .

Aunque el conservadurismo sigue intentando ponerle los cascabeles a un tigre paciente que dormita en la llanada en libertad. La historia enseña que han sido dolorosas y sangrientas estas baladronadas.

Ahora, los que participaron en la búsqueda de un nuevo régimen para terminar con casi 100 años de antidemocracia e injusticia social que provocó millones de pobres y una minoría enriquecida, algunas veces, no conformes completamente como se construye el nuevo modelo, tampoco han dejado de apoyar críticamente a la 4T. Ni lo dejarán, aunque las encuestas a modo pretendan interpretar otros datos.

Uno, porque la mayoría que votó por el cambio lo hizo por convicción y lo defiende desde posturas ideológicas y políticas firmes forjadas en años de lucha cuesta arriba, a veces con represión policial, militar y de guardias blancas.

Dos, el conservadurismo auténtico se mueve también por intereses ideológicos cuestionables pero legítimos. Y el resto, los que gobernaron y se enriquecieron, algunos de ellos “neodemocráticos” en el gobierno, su interés no se fundamenta en la convicción política, lo es en el beneficio personal, el dinero, el botín, el recurso público. Esa es la diferencia entre unos y otros.

Diez, elevado lo es…

Aún es muy temprano para evaluar la crisis que vino y vendrá después del Covid 19. Aún con nuestros cerca de 30 mil muertos, un solo muerto es una cifra deplorable para la gente buena, el gobierno de la República, los gobiernos de los estados y municipales, en su mayoría, enfrentan responsablemente la enfermedad en varios sentidos: construir una cultura de salud preventiva; habilitar la desmantelada infraestructura hospitalaria y clínica heredada por casi 80 años de saqueo de los recursos públicos destinados a la salud de los mexicanos por parte de autoridades y burocracias sindicales prianistas; tres, entregar recursos a los más desprotegidos a través de programas sociales, sin Intermediarios, donde humanamente se pudo, evitando la hambruna y el descontento social generados por la crisis.

La economía mexicana no es la misma que la de Estados Unidos y Brasil, gobernados por partidos y personajes ultraconservadores, y nuestro número de muertos no se parece al de estos dos países de nuestro continente. Aunque la reflexión parezca mal de muchos, no es consuelo de un tonto. Los números no mienten.

Si hacemos memoria de lo que ocurrió en el país y en Guerrero en nuestras pasadas tragedias, al menos del huracán Paulina para acá, los datos son irrefutables: enriquecimiento de gobernadores y familiares que se robaron los recursos y el dinero público para las víctimas.

A estas alturas de la pandemia generada por el SARS-CoV 2, salvo excepciones realizadas por funcionarios desleales a la propuesta de AMLO, lo que debe ser investigado y castigado, aún no hemos visto correr el río de lodo al que nos tenía acostumbrado el cinismo de la clase política del pasado y que amenaza con volver.

Once, caballito de bronce…

Un anti-AMLO del grupo del senador Manuel Añorve escribió en su muro de los lamentos del Facebook: “Irresponsablemente hoy se deja la (SIC)  responsabilidad en el Pueblo-con 26 mil muertos en la espalda. Demasiada Indolencia y lo peor, los muertos continuarán. Impresicion tras impresicion de Gatell. Comienza el reparto de las culpas”.

Le respondo: “No te has dada cuenta de lo que pasa en Acapulco y Guerrero. Muchos estados ya pasaron a Naranja y nosotros nos quedamos en Rojo. ¿Quieres decir que esto último también es culpa del doctor Carlos de la Peña y del gobernador Héctor Astudillo?”.

Responde con cinco puntos defendiendo al secretario de Salud y al gobernador del estado, pero desmarcando a los dos de las acciones del gobierno federal. Cuando todos hemos visto, la acción coordinada que le ha valido el reconocimiento al gobierno local por parte del Centro. La realidad es que hasta ahí, el comentario tendenciosamente anti-AMLO, y en “defensa” de las autoridades estatales, había sido un machucón de dedos con la puerta.

Para terminar, respondí: “Estoy de acuerdo con cada una de las acciones que has enumerado que dices se han hecho desde Guerrero. Aún así con todo el esfuerzo visible de las autoridades locales para enfrentar la pandemia, estamos en rojo, y ya vamos para los mil muertos. Así las cosas, entonces, hacia quién apunta la responsabilidad de esta situación. ¿No crees que mucha (i)responsabilidad es de los ciudadanos y del grupo social donde vive? Ahora, podríamos hacer diversas hipótesis sobre las conductas sociales de la sociedad hacia el gobierno”, entre ellas la desconfianza de los gobernados hacia los gobernantes resultado de las acciones del gobiernos del pasado para no colocarle el obvio adjetivo tricolor.

Doce, la vieja cose…

(Con sus agujas, sus tijeras y su pedal…).

Pero esto será tema de otra columna para estos días de guardar hasta llegar al 16.

Por: Quadratin Guerrero