Los nuevos “periodistas”
¡Uno, por burro!
Tengo que aceptar que le dedico algo de tiempo a las redes sociales, sobre todo al Facebook, en muchos casos, para responder a las mismas voces del conservadurismo priísta—los panistas acapulqueños como una tribu que desaparecieron por selección natural —que se creyeron aquello de que las “benditas” redes sociales llevan al poder por gracia de Dios.
Sí una pérdida de tiempo. Porque aparte de escribir, al hacerlo como rutina, este ejercicio como periodista te proporciona cierta credibilidad y, por lo tanto, lectores. Uno o dos, pero buenos lectores.
Y los nuevos “periodistas” de redes sociales, no me refiero al nuevo periodismo que ya no es tan joven, muchos de ellos son identificados neo practicantes, “periodistas” a ratos libres o desempleados como ex funcionarios del viejo régimen, desplazados, que sueñan con volver, porque creen “que todo tiempo pasado fue mejor”.
Señores periodistas de Facebook, el gobierno de AMLO prometió una transformación, eso dijo el candidato y por eso se votó. Que quitara los privilegios a los que habían gobernado y a su clientela electoral. En eso está la 4T pretendiendo cumplir con las mayorías.
En días pasados, AMLO tuiteó lo siguiente, en respuesta a la opinión del actor Damián Alcázar, bien conocido por su talento profesional y su ideología política:
“Suele pasar que periodistas, artistas o escritores se refugien en la supuesta objetividad o independencia para no comprometerse (que sabemos es una forma hipócrita de tomar partido). Tú en cambio, Damián, sin dejar de ser libre, te defines a favor de la transformación. Gracias”.
Lo que no han entendido algunos, y esto lo saben los que estudiaron periodismo en una universidad seria, que los medios de comunicación son instituciones sociales al servicio de los intereses de sus propietarios o de quien ejerce la actividad. Y que la llamada neutralidad, objetividad, no existe químicamente pura. Somos sujetos que hacemos periodismo, tenemos ideología y tenemos intereses ¿Cuales son los intereses de Televisa Azteca, Imagen, los grupos radiofónicos? ¿Son los intereses de la mayoría de mexicanos?
Habría que construir medios de comunicación para todos los sectores de la sociedad, para todas las clases sociales, para todas las organizaciones, para todas las minorías.
Este sueño, de alguna forma, se logró con las benditas redes sociales. Así que no se traguen el cuento ese de la supuesta objetividad periodística.
¡Dos, patada y coz!
La tarde del domingo después de la primera lluvia acapulqueña junto al mar, embozado, me fui a cumplir con el rito anual que ordena mi ADN costachiquense: fui a capturar cangrejos a la playa de El Podrido.
Cuando niño, mi padre nos llevaba a La Cangrejera, ubicado en el Puerto Minizo (Laguna del Venado, en mixteco) en el municipio de Huazolotitlán, a capturar estos crustáceos de cáscara morada o gris, patas amarillas y dos potentes tenazas blancas.
A veces regresábamos con las bolsas vacías, pero felices de haber ido a buscar a estos animalitos que se parecen a los relojes fuera del puño cuando descansan sobre una superficie.
Contentos de haber caminado en la playa, de haber metido los pies en el agua salada del mar abierto ¿Los Cangrejos? Mi madre casi siempre los terminaba comprando en el mercado por docenas a las negras de faldas de colores chillantes metidas entre las piernas, mientras sacaban humo de sus olorosos puros de tabaco.
¡Tres, litro y litro!
No hay nada más rico que un plato hirviente con cangrejos en frijoles molidos. Un guiso completo en la Costa Chica. Yo lo consumo como sopa. No me lleno con una ración, pues los cangrejos tienen poco que comerle a más de su exquisito sabor con el que pinta la acuarela más colorida de sabores en un potaje de príncipes en la mesa de la casa de los pobres.
Lleva cangrejos, frijoles molidos con hoja de aguacate, ajo y chile costeño seco. Un manjar anual de la gastronomía afroindia de la Costa Chica guerrerense y oaxaqueña.
¡Cuatro, jamón te saco!
Many, many years ago…. andaba con mis hermanos menores, creo que Tony (QEPD) y Pepe en el rancho de Los Zapotales, allá en Huazolotitlán, Oaxaca. Allí sobre una piedra grande, a la orilla del camino, había tres cruces de madera. Al llegar la peregrinación hasta ese lugar, hombres, mujeres y niños mixtecos, que llevaban en hombros un santo, música de tambor y flauta de carrizo, mi padre, nos acercó hasta donde se realizaba la ceremonia. Nos ordenó quitarnos la ropa. Nos desnudamos, quedamos chirundos y unos señores nos llevaron a la cruz, nos pegaron, lloramos como los otros niños, mientras nos bañaban a cantaros con agua fría del aguaje. Esa experiencia jamás la he olvidado, el día que mi padre nos hizo participar en un rito mixteco para pedir a Dios la lluvia que se negaba a caer sobre las tierras secas sembradas de maíz.
Por la tarde-noche lloraba el cielo a cántaros. El ritual cumplía su fin.