Misael Habana de los Santos.

Los rayos del sol cuchillos filosos cortan los ojos en esta ciudad que parece deshabitada.

Una ciudad que todos los días se reinventa, de la noche a la mañana, incrementa su número de habitantes. El viernes se durmió con miedo y este sábado se amaneció desértica como sus cerros, como un pueblo fantasma. El río de gente que corre diario rumbo a la Garita de San Isidro se secó como su presa y su río que la bordea.

Mañana de sábado no veo a la vendedoras de burritos calientes y a la que ordeña las garrafas de café y atole en la esquina de Avenida Revolución a un lado del Jai alai.

Son las nueve de la mañana y los tijuanenses apenas comienzan a moverse, un carro solitario corre por aquí, otro solitario por allá, intentando volver a la cotidianidad de una ciudad que duplica su población cada fin de semana, pero que después de los hechos de la tarde noche del viernes pasado nos presentó un rostro inusual que solo proyecta miedo.

Es sábado por la mañana y no parece así, dice Martín un viejo taxista que tiene viviendo aquí más de 40 años.

Las calles vacías a esta hora del día, los negocios cerrados en Viernes, la calle Revolución sin ruido, sin música, sin embargo poca gente se atreve a salir y se mueve como un lento y torpe animal dopado, con la cruda en el cuerpo que provoca el terror nocturno de los vehículos automotores incendiados, las balas graneadas en las colonias de los cerros. El miedo contagioso que tienen todos, de hechos violentos en calles y carreteras donde no estuvieron todos pero que todos vieron en imágenes repetitivas que difundieron sin mayor información, sin datos y cifras contundentes, los medios locales en transmisiones en vivo y especiales Y el miedo creció hasta que paralizó la ciudad.

 

Y así logró su objetivo la acción mediática, la quema de una decena de unidades del transporte público por supuestos integrantes del Cartel Jalisco Nueva Generación y su decreto de toque de queda a lo largo del fin de semana que oficialmente no existió pero que casi todo mundo por seguridad respetó.

“Tijuana no es Así. No estamos acostumbrados a esta tristeza”, lamenta el conductor de un taxi amarillo huevo.

Afuera del hotel donde me hospedo, apenas a 50 metros de la Avenida Revolución, dos solitario taxistas que esperan a los huéspedes lamentan que la demostración de fuerza de la delincuencia haya sido contra miembros de su gremio y remata uno de ellos con una verdad tan grande como el globo arquitectónico del Cecut diseñado por Pedro Ramírez Vázquez que es un grito de modernidad en el desierto.

— Las autoridades dejaron crecer tanto la delincuencia que ahora ya no se le puede tocar con una detención porque te incendian la ciudad. Esa es la realidad.

Y si alguien conoce la ciudad como la palma de sus manos son los taxistas que sin leer sus líneas interpretan sus mensajes.

En los últimos 40 años me dicen solo tres veces aseguran haber visto a la ciudad así: cuando los temporales del 91 y 92 inundaron a la ciudad fronteriza y la otra el inicio de la pandemia por el Covid 19 que no acaba de terminar. Una ciudad paralizada sin toque de queda y también paralizada por el terror.

Así de particular fue la noche del viernes y sus repercusiones sociales y económicas: suspensión de clases, cancelación de tours y vinícolas, cierre de bares y cantinas. Por seguridad aseguran los dueños del negocio que hasta el domingo algunos levantaron temerosos las cortinas de sus festivos antros.

A los que no afecto las acciones de la delincuencia organizada que dejó decenas de vehículos incendiados en varias ciudades de Baja California fue al Baja Beach Festival que reunió a miles de jóvenes desde la noche del viernes, continuó el sábado y el domingo con la presencia de estrellas del reggaetón como Dady Yankee y Maluma que se realizó sobre las playas de Rosarito.

Si impactan las imágenes de esta ciudad despoblada, desahabitada aún con sus millones de habitantes y visitantes guarecidos en algún lugar seguro , casi sin gente, carreteras semivacias.
Hasta las sexoservidoras desaparecieron del pueblito, los vendedores de ilusiones que te ofrecen mota, perico, como si vendieran elotes o hot dog a los que caminan por los intestinos de esta urbe que sobrevive a un lado del muro dé Trump que corta a esta mancha urbana,entre la casa rica estadounidenses y su patio trasero mexicano.

Las cantinas callaron por miedo, los mariachis también. Las Pulgas , popular cantina centro de baile que anoche ofrecía en su menú musical a Los Cadetes de Linares y a la Banda oaxaqueña La Matona bajó las cortinas y corrió a centenas de parroquianos que a esa hora ya bailaban y bebían en este bar de esta ciudad que normalmente no duerme como lo hizo esa anoche.

Me voy a la cama temprano, como todos los tijuanenses, por “seguridad”y a seguir las noticias en los peores noticiarios que conozco a lo largo y ancho del país, la televisión local. Después escucho a Betsy Pecanings.

“El tiempo de jugar esta perdido,
se fue en aquel vagón,
la muerte nos espera en el camino,
la vida se te acaba sin razón.
La risa en un descuido,
la bala en un pulmón.
te parte el corazón,
revienta, revienta, el corazón”
Y repito : “Tijuana está en el alma…”.