Los Yonic’s: del Déjalo vivir, al activismo en Morena
Los Yonic’s: llorar cantando con las lágrimas en la garganta, porque soy pobre y tú no estás. La fórmula fácil, exacta del melodrama nacional construido por el cine mexicano, perfeccionado por la radionovela, fortalecido por la televisión, reciclado por la industria del disco, para amasar fortunas con el manido tema del desamor.
Así las cosas, ¿quién será capaz de matar a un ruiseñor?
Oí a Los Yonic’s por primera vez en unas vacaciones de verano en las bocinas de mi pueblo, cuando era un estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco. Las mismas bocinas que entre canción y canción felicitaban a cumpleañeros o a enamorados u ofrecían todo tipo de servicios.
Más tarde, este fenómeno de la radio acapulqueña y éxito musical en las dos Costas emigró con relativa facilidad hacia el centro del país en las maletas del gusto musical de los paisanos de Guerrero y Oaxaca, con la industria del casete, y después con el apoyo de la radio y la televisión que encontraron en este sonido un potencial negocio.
—¿Y eso qué es? –pregunté con chela en mano la primera vez que oí su peculiar nombre.
—Son Los Yonic’s de Acapulco –me dijeron casi a coro aquellos jóvenes pueblerinos y enamorados que también disfrutaban, bebían y lloraban con los temas de Los Solitarios o Los Fredy’s.
Era un universitario de fines de los setenta. En un principio por ósmosis y luego porque me gustó, escuchaba a la trova cubana, Silvio, Pablo –Horacio Guaraní, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti, Los Guaraguo, etc–, mucho rock, sobre todo Bob Dylan, un poco de rock pesado y cada vez compulsivamente más rock progresivo.
Para mi escuchar a Los Yonic’s y sus canciones era como tragarte en dos sorbos un bote de mermelada de fresas, producidas en el campo, literal, y embotellado de manera industrial.
Grupo musical que a mis paisanos, mis contemporáneos, gustaba para enamorar bailando pegadito con sus vírgenes novias, y que para el sociólogo en ciernes no era más que una expresión de una cultura del rezago sociocultural, del atraso, de la falta de oportunidades educativas y de una “condición rural” que veía a la urbe no muy lejana, como el inició de una migración masiva hacia el norte, en la que también se irían Los Yonic’s.
Sin embargo, no escapé al influjo estético de esas rimas con pretensiones poéticas que se derretían a fuego lento en melaza y que sin rubor se preguntaba en voz de José Manuel Zamacona:
“¿Qué puedo hacer para olvidarte, vida mía? / Si tú en mi mente y en mi alma ahora estás”. Y terminaba preguntándome: ¿y cómo puede memorizar el alma?
Y que luego tomando todo lo que rime con eso que se llama ausencia y que uno supone se llaman amor, maquillando las palabras brillantes que crecen en el bucólico jardín del lugar común, campirano, medio payo, se arma el verso con la obviedad del día y la noche: “La primavera, el sol y las estrellas”.
Y para evitar un necesario etcétera que contendría un fin inapropiado, las pesadas lágrimas, el remate del primer párrafo con la cristalina voz de José Manuel Zamacona, que llora cuando canta, el público queda enganchado en la telenovela: “Todo lo bello del recuerdo viviré…”.
Hay dos temas que interpretaron Los Yonic’s en su primer disco y para mí son definitivos en mi aceptación y rechazo a su música, comportamiento que hasta hoy sostengo.
Por un lado, haber sido el primer grupo musical de por acá, en haber hecho rock-country en español, antes de que los argentinos y españoles nos invadieran y quemaran sus naves acá con aquella marca de rock en tu idioma.
Me refiero al tema de The Eagles. Sí, los creadores del clásico Hotel California, The new kid in town, que también habla del amor pueblerino, y que tiene un pegajoso estribillo que hace referencia a un juanito, a un Yonic: “Johnny come lately / The new kid in town / Everybody loves you / So don’t let them down…”.
Lo que significa que Los Yonic’s, independientemente de lo que ofertaban a la masa estaban escuchando otras cosas. Claro, ese tema nunca figuró entre los preferidos de su público, ni tuvo el impacto de Palabras tristes u otras.
En el primer disco también viene un tema que al activista de izquierda, vinculado con los movimientos sexo políticos de la época le generaba conflictos, y le sigue generando, al grado de considerar a Los Yonic’s como los voceros involuntarios del movimiento conservador contra el derecho a decidir de las mujeres: el derecho al aborto.
Yo no sé si los dirigentes y militantes de Morena de Guerrero o el mismo Mario Delgado lo sepan. Éste último expresó su gusto por el grupo musical de la Costa Grande que canta este himno antiabortista, durante las movilizaciones contra el INE por su intervención en el proceso interno de selección del candidato de Morena al gobierno de Guerrero. Y en donde el líder de Los Yonic’s, José Manuel Zamacona fue un activista destacado.
El tema se llama Déjalo vivir. Leamos, si no sabe ya de memoria, esta reprimenda escrita y cantada por un hombre a una mujer que ha decidido interrumpir su embarazo:
“Soy un ángel en verdad / Sonrío de felicidad / No me quieres / Soy tu hijo.
Desde el cielo vine a aquí / Para hacerte muy feliz / No me rechaces. Soy tu hijo.
Madre, déjame vivir (déjalo vivir) / La vida no me quites, déjame vivir (déjalo vivir) /No intentes impedir que vaya a nacer / Tuyo quiero ser.
Oh, déjame vivir (déjalo vivir) / La vida no me quites, déjame vivir (déjalo vivir).
Quiero vivir mi vida, madre, ya verás / Si la oportunidad me das / Que al tenerme entre tus brazos / A amarme aprenderás / Como una tierna flor / Soy un regalo de amor / No me quieres.
Soy tu hijo / Esta es la vida que Él me dio / No la abortes, por favor / No me rechaces / Soy tu hijo / Madre, déjame vivir”.
Un drama, pues, un manifiesto político de Provida. Más allá de esto, con José Manuel Zamacona al frente, Los Yonic’s fue un grupo de música popular que fue sumado por la mercadotecnia al fenómeno del movimiento de la llamada música grupera, que como todo boom comercial subió, bajó y desapareció, dejando grandes fortunas a sus productores, y en cambio, a algunos de sus músicos hasta en pobreza económica.
A los acapulqueños Los Yonic’s nos han marcado hasta la médula en nuestra vida cotidiana. Cada vez que alguien dice o hace algo indeseado no falta quién te cante: “¡Pero te vas arrepentir…!”.
Que en paz descanse, José Manuel Zamacona. Que no descanse y que permanezca por siempre su melodiosa voz.