Elimina un primate

Desde las manifestaciones más sutiles hasta las más violentas de la guerra, en todas sus vertientes, es la expresión más genuina de nuestro origen, nuestro más cercano nexo genético con los gorillas que a falta de palabras, a falta de acuerdos, optan por la violencia gestual, verbal, física y militar.

V.G. Los “políticos” disputándose el poder y los tontos útiles que los siguen, esperando una migaja de pan acedo.

Volviendo a los pobres changos. No por eso a los militares crimínales, golpistas, asesinos, que desbarataron a cañonazos las incipientes democracias latinoamericanas, se les llamó gorillas, y sus gobiernos gorillatos. Por el uso irracional de la fuerza:

Los gorillas opuestos a la política, al diálogo, a la igualdad, al humanismo y acostumbrados a verticalismos de las decisiones tomadas en los cuarteles, con sus prácticas negaron con y por la fuerza la razón de la política que es la búsqueda del consenso.

Y dicen que la política es la continuación de la guerra por otros medios. La frase se le adjudica a Karl Philipp Gottlieb von Clausewitz, quien creía que la guerra moderna es un «acto político», y esta manifestación ponía en juego lo que él consideraba el único elemento racional de la guerra.

La cita real es más compleja: “La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”.

Pero lo racional de la política se acaba cuando las partes que luchan en la búsqueda del poder rompen las reglas pactadas y juegan sucio: compran votos, conciencias, manipulan resultados, incluso, retrocediendo a la animalidad, eliminan al otro o a los otros para facilitar el acceso a los mandos del estado o para perpetrase en el poder con la usurpación de los recursos públicos.

De acuerdo a las reglas es ilícito hacerse del poder por métodos no legales. ¿Cómo se podrá gobernar, con la cara en alto, con calidad moral ante los seguidores y opositores? Lo cierto es que el cinismo de estos intrépidos buscadores del poder y del dinero público no tiene límites y su piel ante el respeto a los derechos de los ciudadanos es tan sensible como la piel de los (a)lagartos.

Un político que hace proselitismo regalando “apoyos”, un partido político que avala estas prácticas, es corrupto y más temprano que tarde al tener acceso al poder substraerá para él, sus cómplices, su familia, sus amigos, los recursos del pueblo afectando la obra y los servicios dirigidos a los diversos sectores sociales.

¿Dónde están los políticos nuevos y viejos, de diversos partidos políticos, que rechacen estas prácticas que se oponen al bien común? ¿Dónde están los servidores públicos —de izquierda, centro, derecha— que se desmarquen de estos primates consecuentes con la irracionalidad de la política? ¿Dónde están los ciudadanos que como un dique de la moral pública contengan a esta corriente de mierda que como langosta depreda las alamedas de la esperanza, de la democracia, de la justicia y de una sociedad nueva?

La política es para ponernos de acuerdo y para servir a los ciudadanos. El político debe ser un ciudadano que hace política racional del bien común todos los días.

El verdadero político nada tiene que ver con el oportunista, con el gavilán que espera sentado en la rama tres años para asaltar la buena voluntad de la gente y con engaños, con “apoyos”, con votos comprados en el mercado del hambre y la necesidad, hacerse del poder político y del dinero público  a través de los moches, la tranza, los diezmos y diversas formas de torcer la ley.

Este mal no es eterno, es pasajero, y da oportunidad “democrática” a otras bestias a participar, mientras unos tienen la chance de robar, otro grupo espera el turno para sustituirlos y pareciera que fuera así por los siglos de los siglos.

Y en la lógica de estos  especímenes, impera el principio aquel de que “es mejor morir entre sacos de dinero y el desprestigio público, que tener el respeto y el cariño de los ciudadanos”.

Me parece exagerado decir que esto ha sido así siempre. No lo creo. Lo rechazó. Pero llevo 40 años viendo lo mismo: a “políticos” cada vez más cínicos y vale madres que esperan su oportunidad, sus tres años o más para robar. La reelección es un ejemplo desalentador.

No sé cuándo terminaremos con estos depredadores. Con estas lacras sociales que tienen rostro de muchos colores. No sé cuánto tiempo más seguirán así y aquí.

Neta no sé. Creo que hasta que entiendan, ciudadanos y servidores públicos, que la verdadera política es una forma distinta y distante de hacer la guerra. De servir y buscar el bien común.

Por lo pronto haz comunidad y elimina a un primate de esos que cada tres años pasan a tu casa, salen a la oscuridad como mapaches, a comprar tu voto, a arruinar la sociedad para construir su salvación personal, su escape, su alejamiento temporal de la pobreza que nos agobia a todos.