Por:Misael Habana de los Santos
Hay muchos temas de los cuales me gustaría platicar, y voy a empezar por uno un poco espinoso, difícil para mí y creo que también para muchas personas que compartimos formas de ver el mundo. Me refiero a la reaparición del Subcomandante Marcos. Mis respetos, porque creo que el EZLN, en su momento, en enero de 1994 allá en Chiapas, representó un sacudimiento, un terremoto en las estructuras políticas, sociales y culturales de este país con el levantamiento armado.
Llamó mucho la atención sobre la discriminación en México, especialmente la que sufren los pueblos originarios que, a pesar de la independencia y la Revolución Mexicana, continuaban (y aún continúan, en ciertos contextos) en condiciones de abandono y olvido. Desde entonces, se empezó a generar una mayor conciencia en el país, lo que dio lugar a distintos movimientos sociales y corrientes de izquierda que buscaban un proyecto de nación mejor, un país más justo. Incluso nos permitió soñar. Marcos fue un impulso, una irrupción que favoreció no solo la vida política, sino también la cultural: el cine, la música, la danza, la poesía, la literatura. Todo esto movilizó y creó una serie de expresiones que aún hoy seguimos disfrutando.
Sin embargo, creo que el comunicado que lanzó el Subcomandante Marcos, fechado el 24 de agosto y difundido ayer, deja mucho que desear.
En lo personal, este documento de Marcos no me agrada tanto como sus anteriores escritos, que solían combinar fondo y forma de manera magistral, además de plantear ideas novedosas. Hoy, con este discurso, no encuentro al mismo Marcos de antaño, lo cual es comprensible; han pasado 30 años, incluso más, desde que fue profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, si es cierto que se trata de Sebastián Guillén, como lo identificó el gobierno de Carlos Salinas de Gortari cuando apenas iniciaba la construcción del mito.
Pero me parece un exceso que en este documento intente comparar a Andrés Manuel López Obrador con todos los presidentes del pasado y sus nefastos legados. Buscar semejanzas entre AMLO y esos presidentes es, cuanto menos, desatinado. Claro, Andrés Manuel López Obrador no es perfecto; es un ser humano, y como diría Marcos, “chillón”, sensible ante los problemas. Pero es un presidente que, con su discurso y acciones, se ha ganado el respeto y el apoyo de la mayoría de los mexicanos.
Pienso que Marcos sigue en Chiapas, probablemente sin mucho impacto después de aquel levantamiento armado. Sin embargo, la revolución pacífica de AMLO ha generado más cambios en la conciencia colectiva y en las estructuras del país que lo que logró, con todo respeto, el EZLN, al que admiro y respeto profundamente. Pero en esta ocasión, considero que Marcos ha cometido una imprudencia y ha exagerado.
Quienes me conocen saben que incluso suelo llevar camisetas con la imagen del Subcomandante Marcos. No dejaré de usarlas, lo respeto mucho, pero creo que esta vez se ha excedido. Se percibe en sus palabras mucha rabia, mucho enojo. Así que dejémoslo ahí.
REVOLCADERO
Cambiando de tema, en Acapulco hoy empieza una iniciativa de pintura en la ciudad. Como vecino, asistí a una reunión en mi colonia, y propuse que en Cumbres de Llano Largo (que tiene pocas calles, cuatro en total) se pintara cada calle de un color diferente. Así, por ejemplo, podríamos usar los colores como referencia para los taxistas: “Vivo en la calle amarilla”. Mi propuesta no fue aceptada y cada quien pintará su casa del color que prefiera. Está bien que cada quien haga lo que le guste, pero el aspecto de Acapulco en el futuro será responsabilidad de todos. Personalmente, me hubiera gustado una ciudad blanca, al estilo del Mediterráneo, pero bueno, la gente decide y vivimos bajo “la dictadura” de la democracia y se imponen las mayorías pero es bueno siempre , antes de tomar cualquier determinación, escuchar a las minorías.