Misael Habana de los Santos

 

Desde la tarde del domingo pasado he visto manifestaciones de alegría en las redes sociales entre los seguidores del PRI.

 

Aferrados a un modelo de vida y a unas siglas desprestigiadas a la que los electores medio sepultaron con la derrota de julio de 2018, hasta el sábado no había futuro posible, vieron a lo lejos, muy lejos, un pequeño destello de luz en el oscuro horizonte.

 

La derrota electoral pasada, sumada a la detención de connotados políticos corruptos del régimen pasado, los arrojó a un pozo depresivo sin fondo provocado por una nueva realidad socio económica que afectaba su nivel de vida, su cultura, su entorno.

 

Acostumbrados a la vida fácil que otorgaba vivir dentro del presupuesto, la tranza, el moche, la doble plaza, la aviaduría, la despensa, la pipa de agua, veían con pesimismo la vuelta a su vieja normalidad inmoral.

 

Pero a partir del domingo, por el optimismo de sus comentarios, creen que se puede iniciar el retorno al pasado y desandar lo que la sociedad ha caminado a duras penas en su lucha por un destino mejor.

 

Esta inyección de esperanza para este enfermo senil condenado a muerte se dio con  el triunfo del PRI en Coahuila e Hidalgo en territorios históricamente atrapadas por el cacicazgo tricolor y sometido a las vendettas de la “Sosa Nostra”.

 

Este triunfo electoral extraoficial es un tanque de oxígeno para la alicaída clase política priísta, a la que tampoco hay que desdeñar, la que había optado por el ostracismo después de la derrota del 2018.

 

Tampoco hay que magnificar la bocanada de aire fresco que necesitaban.

 

Los comentarios de la feligresía tricolor en las redes sociales asoman un optimismo desmedido, triunfalista, como si este viejo aparato prometiera un rápido regreso al poder o como si Palacio Nacional estuviera a la vuelta de la esquina. Los más soñadores conminan a los suyos a ir por el desafuero del presidente AMLO.

 

No señores, el camino para desandar no será fácil.  Aún con lo impresentable de algunos políticos de Morena, de su corrupción, de su desgobierno, de su nepotismo, todo indica que los que ya decidieron ir hacia al frente no darán marcha atrás.

 

Así que tranquilos. No hay que olvidar aquello: la reacción está condenada al fracaso. Solo hay que ver el espectáculo denigrante de un sector de la ultraderecha cristera que muestra sus miserias ideológicas, sus filias anacrónicas, sus miedos infundados. Dogmatismo que la mayoría de mexicanos rechazan.

 

¿Y en Guerrero? Cuando se habla del virtual triunfo de Morena en el próximo proceso electoral, también se afirma que hasta una vaca corrupta, mañosa, puede levantarse con el poder. Lo que resulta desesperanzador y peligroso.

 

¿Será el gobierno de Morena en 2021 lo que fueron los dos gobiernos anteriores del PRD? Aspirar a este modelo sería el fin de la esperanza para un gobierno de un partido que se dice de izquierda. La población debe rechazar todo aquello que huela, sepa, a PRI, a PRD o cualquier cosa que se le parezca.

 

Eso es lo qué hay cuidar, para que haya un cambio verdadero. ¡No a la corrupción venga del color que venga!

 

En una democracia nadie gana o pierde para siempre. Esta máxima debe ser valorada por los incipientes gobernantes de Morena y por los aspirantes a hacerlo en cualquier rincón del país. Tiene que ser analizada, si hay capacidad para ello, por todos estos políticos de currículum oscuro, que hablan con faltas de ortografía, dicharacheros, jugadores, aliados con  sinvergüenzas y líderes de toda ralea, sin convicciones ideológicas, que nunca han leído un libro aunque dicen haber pasado por una Universidad, que lo único que les interesa es el poder por el poder, el dinero público, la parranda y el bienestar de los suyos. ¡Aguas! Usted puede ser cómplice de ellos con su voto.

 

Guerrero no solo está frente a un gran cambio político, sino a uno generacional, que mande al basurero de la historia todo lo que se parezca al pasado que nos ha condenado a más de 100 años de soledad.